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¿Cómo pudo un puñado de guaraníes —guerreros y «abominables»— someter a miles de indígenas —«mansos»— del piedemonte andino? ¿Cómo conciliar la existencia de fortines incaicos en la «frontera chiriguana» con los escritos que atestiguan otro tipo de contactos, no necesariamente bélicos, entre chiriguanaes e incas? ¿Cómo se convirtieron en el flagelo de la Audiencia de Charcas los aliados de primera hora de los conquistadores españoles? Al cruzar testimonios y crónicas quinientistas, aparecen «contradicciones» y preguntas sin resolver acerca de «los inicios» del poder chiriguana en el piedemonte andino de Charcas. A estos temas está dedicado el presente artículo.
1. La amenaza chiriguana
2«Antropófagos y carniceros, ingratísimos y bestiales, viciosos y abominables, impíos, crueles y sediciosos, falsos y mentirosos, de poca constancia y lealtad» y, en suma, «amigos de la guerra y enemigos de la paz» (Díaz de Guzmán, 1979 [1617-1618]: 72), los indígenas chiriguanaes del piedemonte sur andino en la actual Bolivia representaron una constante amenaza para la Audiencia de Charcas, a tal punto que el mismo rey de España les declaró oficialmente la guerra en 1574. Todo parece mostrar que la amenaza chiriguana no era nueva y que los incas también la enfrentaron. Entre el río Guapay o Grande al norte y el Pilcomayo al sur, imponentes plazas fuertes incaicas como Pocona (Inkallajta) o Samaipata estaban flanqueadas por:
«… una densa red de fortines emplazados en sectores estratégicos (puertos, confluencia de valles), precedidos hacia abajo por puestos avanzados ubicados en la llanura del Chaco, que los españoles hallaron durante sus reconocimientos posteriores. Polo de Ondegardo los calcula precisamente en 44 y Díaz de Guzmán en unos 50. Estas fortificaciones testimonian a la vez la agudeza de la amenaza guaraní [chiriguana]» (Saignes, 2007: 48-49).
3Las crónicas andinas hacen eco del peligro representado por «los chiriguanaes» y de las batallas libradas bajo el reino del inca Tupac Yupanqui según unos, o del de Huayna Capac según otros (Saignes, 2007: 47).
1 Los «guaraníes» viven hoy en los departamentos de Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija en Bolivia, y en (...)
4¿Quiénes eran estos chiriguanaes? Castellanizado en «chiriguano» a partir del siglo XVIII, el nombre designó en la época colonial (y buena parte de la República) a los actuales «guaraníes» del piedemonte andino sudoriental1. Pero su significación no siempre fue la misma. Los españoles del Paraguay, y luego de la primera ciudad de Santa Cruz fundada en la actual Chiquitania boliviana, no utilizaron este nombre hasta 1557, cuando aparece aparentemente por primera vez bajo la pluma de Jaime Rasquín (Rasquín, 2008 [c. 1557]: 43). En estos escritos, y hasta entrado el siglo XVII, «chiriguana» es un sinónimo de «guaraníhablante»; es así que los itatines o guarayos, e incluso grupos del río Paraná, también pudieron ser llamados «chiriguanaes». Más importante, las fuentes paraguayas son unánimes en señalar que el término viene «del Perú»:
«En la provincia del Perú los llaman chiliguanaes y en nuestra provincia [Paraguay] los llaman guaranis» (Rasquín, 2008 [c. 1557]: 43).
2 Véase, por ejemplo, varios documentos reunidos por José Toribio Medina sobre la expedición de Almag (...)
5El significado del término parece haber sido diferente y en todo caso más amplio del lado andino: no pocos escritos hablan, por ejemplo, de la expedición de Diego de Almagro a «Chile o Chiriguana»2; mucho más al noreste, en la Amazonía hoy boliviana, un grupo de habla tacana fue llamado chirigua o chiriba (Brohan & Herrera, 2008: 35). Todo parece indicar, entonces, que el primer sentido del término fue más bien genérico y que fue utilizado por los quechuahablantes para designar a «los salvajes» de ciertas regiones. En las palabras de Nordenskiöld:
3 Sobre los significados del término «chiriguana», remito a Combès (2010: artículo «Chiriguanaes») y (...)
«El significado de Chiriguano correspondió probablemente al de Chunchos en el distrito de Cusco, donde designaba a cualquier tribu bárbara del este de los Andes» (Nordenskiöld, 1920: XIII)3.
6Esto significa, y el punto es importante, que no todos los «chiriguanaes» de las crónicas andinas corresponden a los «chiriguanos» guaraníhablantes del piedemonte andino. De hecho, son varios los autores que notaron que las expediciones incas a los «chiriguanas» descritas por Garcilaso de la Vega podrían más bien corresponder a incursiones hacia la Alta Amazonía o incluso hacia el Alto Paraguay (Garcilaso de la Vega, 1990 [1609], libro 7, cap. XVII; Saignes, 2007: 47; Langer, 2010).