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Respuesta:tu
Explicación:urante la época en que el señor de la Escala gobernaba a Verona había en la ciudad dos familias, que se distinguían sobre las demás por razón de su lustre y riquezas, una de las cuales se apellidaba de los Montescos y la otra de los Capuletos; mas entre ambas casas, como siempre acontece respecto de los que se hallan en un idéntico grado de honor, se levantó cierta enemistad que, si bien ligera y bastante mal fundada, fue tomando cuerpo con los años, hasta el extremo de ocasionar tramas que acabaron con la vida de muchos. El Sr. Bartolomé de la Escala, viendo tal desorden en su república, trató por cuantos medios estaban en su mano de reducir y conciliar los opuestos partidos; pero todo fue en vano: el rencor de aquéllos se había hecho tan fuerte que nada podía ya obrar la prudencia ni el consejo. Preciso fue, pues, dejar en esta lucha a las dos casas, y aguardar una oportunidad más propicia para poner fin a tales reyertas.
Mientras se pasaban así las cosas, uno de los Montescos, que se llamaba Romeo, de edad de veinte a veintiún años, el más bello y más apuesto hidalgo de toda la juventud de Verona, se enamoró de cierta noble doncella del mismo punto1340, y en pocos días se dejó arrastrar tanto de sus gracias que, olvidándose de todo, dedicó a ella exclusivamente sus atenciones, remitiéndola al efecto cartas, mensajes y presentes continuos. Determinado al fin a confiarle sin reserva sus sentimientos, hízolo en la primera ocasión; pero la doncella, educada en los más rectos principios de virtud, contestó de un modo tal a sus declaraciones y puso semejante coto a sus vehementes afectos, que acabó con toda futura esperanza, sin hacer gracia de una sola mirada. Sin embargo, cuanto más esquiva la contemplaba el joven, más crecía su ardor, y por esto, después de haber continuado así por algunos meses, sin poder reprimir ni hallar remedio a su pasión, determinó al fin salir de Verona, en la idea de que un cambio de sitio pudiera en algo variar sus sentimientos. «¿De qué me vale -se decía- amar a una ingrata que de tal modo me desdeña? A todas partes la sigo, y no hace más que huírseme; yo no me siento bien sino cuando estoy a su lado, y ella no halla contento sino ausente de mí. Quiero no verla más en lo adelante; pues, no viéndola, quizás este fuego mio, que toma alimento y sostén de sus ojos, se amortiguará poco a poco.» Pero todos estos planes quedaban en un segundo deshechos, y así, no sabiendo el joven por qué resolverse, pasaba noches y días en quejumbres extraordinarias; pues Amor le había tan bien impreso en el alma la hermosura de la doncella, le estrechaba tan fieramente, que, no pudiendo resistirle, sucumbía bajo su peso y se acababa insensiblemente, como la nieve al sol.
Sus padres y deudos, que esto veían, lamentaban hondamente su desastre; pero, sobre todo, un íntimo compañero suyo, de alguna más edad y experiencia, el cual tanto le amaba que se hacía partícipe de su martirio1341; por lo cual, viéndole así entregado a sus desvaríos amorosos, le dijo: