una reflexión acerca de la frase del periodista Louis Dumur. "La política es el arte de servirse de los hombres, haciéndoles creer que se les sirve a ellos"

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Respuesta dada por: evachaparrolima308
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Respuesta:

Parto del supuesto de que los políticos no se sirven de todos los hombres, sino solamente de algunos, y que lo hacen, no para provecho propio, sino para beneficio de otros hombres. Pongo un ejemplo. El político, convertido en gobernante, les proporciona, a los más pobres de sus gobernados, alimentación, atención médica y educación, tal y como sucede en muchos casos: ¿qué gobierno no actúa, en mayor o menor medida, como hada madrina, concediéndole, si no a todos sus gobernados, por lo menos a algunos, ciertos bienes y servicios, sirviéndolos? Tal parece que lo dicho por Dumur, al menos en los casos como el citado, no es cierto, ya que es el gobernante el que sirve a los gobernados, quienes, gracias a su generosidad, reciben alimentación, atención medica y educación. Lo que no hay que pasar por alto es que solamente es cierta la segunda parte de la afirmación - reciben alimentación, atención médica y educación -, pero no la primera: gracias a su generosidad.

 

Para entender por qué la primera parte de la oración es falsa, preguntémonos de dónde sacó el gobernante los recursos para darles, a los más pobres, alimentación, atención médica y educación. ¿De su bolsillo? No, de ninguna manera: ni su bolsillo, ¡ni su generosidad!, alcanzan para tanto. Entonces, ¿de dónde? Del bolsillo de los contribuyentes a quienes, como tales, el gobernante les obliga a entregarle parte del producto de su trabajo para, con ello, proporcionarles alimento, medicina y educación a los otros. ¿De qué se trata? De la tarea favorita de los gobernantes, que responde a la exigencia fundamental de los gobernados, ¡la mayoría de los cuales no está consciente de lo que pide! Me refiero a la redistribución.

 

El gobernado le exige al gobernante que le dé alimento, que le garantice atención médica, que le proporcione educación, creyendo que el gobernante, cual hada madrina con todo y varita mágica, es realmente capaz de proporcionarle, garantizarle y darle todo ello. Sin embargo, en manos del gobernante, la varita mágica del hada madrina, bastoncito proveedor de toda abundancia, se transforma en garrote amenazador, herramienta garantizadora de la redistribución: o el contribuyente le entrega al recaudador parte del producto de su trabajo, o el recaudador le aplica el garrote. Por eso se llaman así, impuestos, porque son una imposición.

 

El hecho es que, por aquello de la escasez, es decir, por el hecho de que no todo alcanza para todos, el gobernante hada madrina es incapaz de darle todo a todos, por lo que debe limitarse a darle algo a algunos, lo cual se logra en la medida en la que le quita algo a unos para darle algo a otros, tal vez quedándose con algo (¿poco?, ¿mucho?) en el proceso de “intermediación” entre la víctima de la expoliación y el beneficiario de la misma, tal vez siendo él, por aquello de que el que parte y reparte se lleva la mejor parte, el principal beneficiario, pero no el único.

 

Entiendo el sentido de la oración de Dumur, en línea con las principales tesis de la Escuela de la Opción Pública: los políticos, como cualquier otro ser humano, se mueven, en primer lugar, por intereses personales, lo cual los lleva a abusar del poder que ejercen sobre el contribuyente. Me queda claro el sentido de lo escrito por el suizo: ¡cuidado con los políticos, porque una cosa es la que dicen y otra la que hacen! ¡Cuidado con ellos, sobre todo si uno es el contribuyente, sujeto a la expoliación legal en la que degenera (¿existe algún caso en el que no haya sido así?) el cobro de impuestos! Entiendo el sentido de la oración de Dumur, pero no es cierto que el político, ¡por más que quiera!, se sirva de todos los hombres: a algunos los sirve, aunque al hacerlo el mejor servido pueda ser él mismo, siempre con cargo a la cuenta, al parecer interminable, del contribuyente.

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