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El 22 de marzo de 1818, el militar francés Miguel Brayer —al servicio del ejército independentista— (el mismo que concibió el desastre del Sitio de Talcahuano) llegó a Santiago portando noticias exageradas de Cancha Rayada. El pánico cundió de inmediato. Se afirmó que San Martín y O'Higgins habían muerto en combate, que el ejército había sido destruido y que la revolución había fracasado nuevamente. Con esta noticia algunos habitantes se aprestaron a emigrar a Mendoza —por miedo a las repercusiones— y otros directamente buscaron la reconciliación con los realistas, ahora triunfantes. Con celeridad, el general Luis de la Cruz, Supremo Director interino de la República de Chile, convocó a cabildo abierto que se reunió en la mañana del 22 de marzo y en el cual el general Brayer abatió todos los ánimos, al manifestar que no había esperanza de reaccionar contra la derrota sufrida pero el general Tomás Guido, Cruz y Manuel Rodríguez enfrentaron y contuvieron el pánico. Este último proclamó en esta ocasión su célebre "¡Aún tenemos patria, ciudadanos!"[15] Manuel Rodríguez fue elegido presidente interino, asumió el 23 y con el concurso de Cruz dispuso con energía y eficacia las primeras medidas para la defensa de Santiago, hasta que el 24 llegaron a la capital San Martín y O'Higgins.[16]
Después de este suceso llegó la noticia de que el general San Martín se hallaba vivo en San Fernando, donde se procedía a reunir a los fugitivos de la batalla. El 23 de marzo se supo que el brigadier Las Heras había logrado salvar a toda su división y que aún se disponía de 4000 hombres. De esta manera llegó la calma a la ciudadanía y lentamente se recuperó la confianza en el ejército conformado. En los primeros días de abril de 1818 el general San Martín lograba finalmente la reorganización del Ejército Unido encontrándose nuevamente en condiciones de enfrentarse a las fuerzas realistas, en la que sería la batalla decisiva del conflicto: la Batalla de Maipú.
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