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La población bacteriana que tenemos en la boca no es fija, puesto que nuestra actividad diaria modifica esa biodiversidad. Comer, bostezar, morderse las uñas o, incluso, besarse puede cambiar la flora bacteriana bucal.
Una investigación de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, encontró que las bacterias en la boca de los seres humanos, principalmente las que se acumulan bajo las encías, son como una huella digital que permite, por ejemplo, identificar el origen étnico de la persona.
A grandes rasgos, en la boca puede haber bacterias aerobias y anaerobias, ambas grampositivas y gramnegativas. Entre las bacterias anaerobias pueden sonarnos ya algunos nombres como lactobacillus o actinobacillus. En el caso de las bacterias aerobias, el tipo de género al que pertenecen, como staphylococcus o streptococcus, puede resultarnos también cada vez más familiar.