• Asignatura: Historia
  • Autor: BelenAsad123
  • hace 8 años

¿Cuales fueron las consecuencis de la concentración económica?

Respuestas

Respuesta dada por: germaniainsuasti72
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Respuesta:

ESPERO QUE TE SIRVA

Explicación:

El reciente proceso de adquisición del grupo Quicorp (dueño de Mifarma, BTL y Fasa) de la cadena de Boticas Arcangel nos ha hecho recordar los efectos perversos que puede tener la elevada concentración de la riqueza e ingresos en términos económicos, sociales y políticos. También es un recordatorio de la necesidad de que Indecopi tenga la facultad de analizar, regular y en su caso autorizar las fusiones y adquisiciones significativas antes que se produzcan. Ahora esto sólo ocurre en el Perú en el caso del sector eléctrico (1997). La lista de países que aplican estos procedimientos es numerosa comenzando con EE.UU. donde existe con The Sherman Act de 1890. En un balance reciente, Zuñiga (2010) señala que estos procedimientos existen en Argentina (1999), Brasil (1994), Colombia (1959, 2009), Costa Rica (1994), El Salvador (2006), Honduras (2006), Nicaragua (2006), México (1992), Panamá (2007), Uruguay (2007) y Venezuela (1991). En Chile (1973) y Bolivia (1994) este control se práctica sin una ley explícita.

Este grupo, también propietario de Química Suiza, tendría luego de la adquisición -según el decano de la prensa nacional- el 36% del mercado, por detrás del lider Inkafarma, propiedad del grupo Interbank, que tiene el 52.8% de este. Ahora contarían con 908 establecimientos en todo el país. Lo llamativo del asunto es que el tema fue recibido como una consolidación en la actividad, no como una concentración vertical y horizontal y los comentarios fueron entre positivos y neutros, al igual de lo que ocurre en todos los casos de fusiones y adquisiciones en el Perú. Aquí, a muy pocos les interesa el beneficio de los consumidores y de la sociedad en su conjunto. Estos creen equivocadamente que en virtud a que hay libre entrada en los mercados y prácticamente no existen aranceles nada perturbaría la libre competencia en el país. Se olvidan por cierto de las barreras a la entrada.

En cualquier libro de microeconomía es claro que los mercados competitivos (competencia perfecta) son superiores a los mercados en competencia imperfecta (monopolio, oligopolio y competencia monopolística). La primera estructura de mercado permite que los empresarios obtengan ganancias normales de acuerdo al costo de oportunidad del capital. Las segundas no sólo redistribuyen ingresos en contra de los consumidores y a favor de los productores, sino que se reduce el nivel de contratación de mano de obra e insumos generando una pérdida de eficiencia económica. Esta perspectiva es base del enfoque estructura-conducta-resultado que postula que toda forma de concentración es negativa. Sin embargo, más recientemente hay quienes con algunos argumentos técnicos razonables (economías de escala y mayor eficiencia) y otros por intereses particulares plantean que la concentración en pocas manos puede tener algún beneficio.

A nivel macroeconómico M. Kalecki (1954) planteó en forma directa que el incremento de la concentración a través de las fusiones y adquisiciones eleva el grado de monopolio que se expresa como la relación entre los precios respecto de los costos primos (sueldos y salarios directos y materias primas). A su vez, la elevación del grado de monopolio reduce la participación de los sueldos y salarios en el producto, reduciendo el multiplicador del gasto y la expansión de la demanda y el PBI ante los diversos componentes exógenos de la demanda. La concentración impacta negativamente en el crecimiento económico, a menos que la inversión privada y las exportaciones los compensen.

“El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y pone en peligro la democracia, sino que tiene un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del capital social, es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil” (Benedicto XVI, 2009).

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