• Asignatura: Religión
  • Autor: teamjuampis
  • hace 8 años

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Vocación fundamental e innata de todo ser humano.

Como imagen de Dios, que es Amor (cfr. 1 Jn 4,8), la vocación al amor es constitutiva del ser humano. “Dios (...) llamándolo a la existencia por amor, le ha llamado también al mismo tiempo al amor (...). El amor es, por tanto, la vocación fundamental e innata de todo ser humano”. La persona llega a la perfección, a que ha sido destinada “desde toda la eternidad”, en la medida en que ama. Cuando descubre que ha sido llamado por Dios al amor y hace de su vida una respuesta a ese fin.

Incluye la tarea de la integración corpóreo-espiritual

Ese hombre, creado a imagen de Dios, es todo hombre (todos y cada uno de los seres humanos) y todo el hombre (el ser humano en su totalidad unificada). El hombre es llamado al amor en su unidad integral de un ser corpóreo-espiritual. Nunca puede separarse la vocación al amor de la realidad corporal del hombre. Los espiritualismos, a lo largo de la historia, han sido destructivos y anticristianos. Igualmente se supera todo materialismo: la sexualidad es un “modo de ser” personal, nunca puede reducirse a la mera genitalidad o al instinto; afecta al núcleo de la persona en cuanto tal; está orientada a expresar y realizar la vocación del hombre y de la mujer al amor. Se trata de una realidad que debe ser asumida e integrada progresivamente en la personalidad por medio de la libertad del hombre. Se da así una íntima relación de carácter moral entre la sexualidad, la afectividad y la construcción en el amor de una comunión de personas abierta a la vida. Ese es el sentido profundo de la sexualidad humana, incluido en la imagen divina.

La diferencia sexual, ordenada a la comunión de personas

La diferenciación del ser humano en hombre y mujer, es decir, la diferenciación sexual, está orientada a la construcción de una comunión de personas (cfr. Gén 1,27). Ni el hombre ni la mujer pueden llegar al pleno desarrollo de su personalidad al margen o fuera de su condición masculina o femenina. Por otro lado, esencial a esa condición es la orientación a la ayuda y complementariedad: el ser humano no ha sido creado para vivir en soledad (cfr. Gén 2,18), sólo se realiza plenamente existiendo con alguien o, más exactamente, para alguien. La sexualidad tiene un significado axiológico, está ordenada al amor y la comunión interpersonal.

Sólo la redención capacita para vivir el plan de Dios

Por el pecado, la imagen de Dios que se manifiesta en el amor humano se ha oscurecido; al hombre caído le cuesta comprender y secundar el designio de Dios. La comunión entre las personas se experimenta como algo frágil, sometido a las tentaciones de la concupiscencia y del dominio (cfr. Gén 3,16). Acecha constantemente la tentación del egoísmo en cualquiera de sus formas, hasta el punto de que “sin la ayuda de Dios el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó ‘al comienzo’”

La Redención de Cristo devuelve al corazón del hombre la verdad original del plan de Dios y lo hace capaz de realizarla en medio de las oscuridades y obstáculos de la vida. Ese hombre llamado a la comunión con Dios, pecador y redimido, es el hombre al que la Iglesia se dirige en su misión y al cual debe devolver la esperanza de poder cumplir la plenitud de lo que anhela su corazón. “¿Y de qué hombre se habla? ¿Del hombre dominado por la concupiscencia, o del redimido por Cristo? Porque se trata de esto: de la realidad de la redención de Cristo. ¡Cristo nos ha redimido! Esto significa que Él nos ha dado la posibilidad de realizar toda la verdad de nuestro ser; ha liberado nuestra libertad del dominio de la concupiscencia”.

Necesidad de la Comunidad eclesial para vivir la vocación al amor

En el marco de ese plan de salvación, en el que la iniciativa es siempre divina, la integración de la sexualidad, la afectividad y el amor en una historia unitaria y vocacional es una lenta tarea en la que el fiel, movido por la gracia, debe contar con la ayuda de la comunidad eclesial. La Pastoral familiar debe saber introducirse en los “procesos de vida” en los que cada hombre y cada mujer van configurando su propia vocación al amor, para iluminarlos desde la fe y confortarlos con la caridad fraterna.

Respuestas

Respuesta dada por: dasggames
2

Respuesta:

Incluye la tarea de la integración corpóreo-espiritual

Ese hombre, creado a imagen de Dios, es todo hombre y todo el hombre . El hombre es llamado al amor en su unidad integral de un ser corpóreo-espiritual. Nunca puede separarse la vocación al amor de la realidad corporal del hombre. Se trata de una realidad que debe ser asumida e integrada progresivamente en la personalidad por medio de la libertad del hombre.  

Se da así una íntima relación de carácter moral entre la sexualidad, la afectividad y la construcción en el amor de una comunión de personas abierta a la vida.  

La diferencia sexual, ordenada a la comunión de personas

La diferenciación del ser humano en hombre y mujer, es decir, la diferenciación sexual, está orientada a la construcción de una comunión de personas . Ni el hombre ni la mujer pueden llegar al pleno desarrollo de su personalidad al margen o fuera de su condición masculina o femenina.

Sólo la redención capacita para vivir el plan de Dios

La comunión entre las personas se experimenta como algo frágil, sometido a las tentaciones de la concupiscencia y del dominio . La Redención de Cristo devuelve al corazón del hombre la verdad original del plan de Dios y lo hace capaz de realizarla en medio de las oscuridades y obstáculos de la vida. Ese hombre llamado a la comunión con Dios, pecador y redimido, es el hombre al que la Iglesia se dirige en su misión y al cual debe devolver la esperanza de poder cumplir la plenitud de lo que anhela su corazón.

Necesidad de la Comunidad eclesial para vivir la vocación al amor

La Pastoral familiar debe saber introducirse en los «procesos de vida» en los que cada hombre y cada mujer van configurando su propia vocación al amor, para iluminarlos desde la fe y confortarlos con la caridad fraterna.

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