¿ Por qué en los primeros años del movimiento obrero en España tuvo más fuerza el anarquismo que el socialismo?
Respuestas
Porque fue territoriado por la conquista de los españoles
Respuesta:
Pese a que se ha solido atribuir una gran conflictividad a la sociedad española a comienzos del siglo XX, la realidad es que ésta resulta inferior a lo que es habitual admitir y ello no por la ausencia de diferencia entre los poderosos y los humildes sino por el carácter tradicional de la sociedad. El impacto del movimiento huelguístico fue reducido hasta la segunda década de siglo. Los conflictos con mucha frecuencia tenían un componente violento y solían concluir con la intervención de una autoridad mediadora, casi siempre la militar, que no en vano era la responsable en última instancia del orden público. Luego, como veremos, se recurrió a otros procedimientos para llegar al acuerdo. De cualquier modo las huelgas estuvieron siempre concentradas en tan sólo unos cuantos puntos. En realidad, el movimiento obrero quedaba reducido a algunas ciudades o núcleos fabriles. La afiliación sindical no debió superar el 30% nada más que en Madrid y Barcelona y la media nacional se situó tan sólo en el 5%, un porcentaje además que incluía muchas sociedades de carácter republicano y no socialista o anarquista. Si en ocasiones se ha presentado una imagen de excesiva conflictividad en la sociedad española de la época, una parte de las razones reside en el hecho de que se presenta a ésta como carente de cualquier punto de contacto entre sus diversos sectores ideológicos. Esta impresión, sin embargo, no se sostiene y menos aún en lo que respecta a materias sociales. En efecto, el Instituto de Reformas Sociales fue creado en 1903 con unos antecedentes que se remontaban nada menos que a 1891, cuando por vez primera se constituyó una Comisión con el mismo nombre destinada a recabar información sobre el particular. Desde 1903 el Instituto tuvo una organización administrativa, una inspección y una presencia plural en lo ideológico que garantizaba su imparcialidad. Allí, en efecto, los vocales de representación obrera -socialistas- se encontraban con católicos y con liberales, monárquicos o republicanos. En la práctica muchas de las disposiciones que fueron aprobadas sobre materias sociales tuvieron un carácter consensuado. Algo parecido cabe decir del Instituto Nacional de Previsión. El rasgo más característico del movimiento obrero español es, tal como en muchas ocasiones se ha dicho, el predominio en él del anarquismo, pero esta afirmación, que es válida en términos generales, lo es mucho menos a comienzos de siglo. Factores de índole histórica, más que el retraso de la sociedad española -como en otro tiempo se esgrimió- contribuyen a explicar ese predominio anarquista: la tradición federal, la flexibilidad organizativa o el hecho de que se implantó primero en España. Pero existe también un factor que deriva del momento histórico. En todo el mundo mediterráneo resultó mucho más habitual el predominio anarquista que el socialista en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial. La peculiaridad española consistiría, no tanto en la existencia de este predominio como en lo muy duradero que fue. En otras latitudes existió un anarcosindicalismo que derivó pronto hacia el puro y simple sindicalismo, mientras que en España el ideal revolucionario duró mucho más tiempo. En el cambio de siglo, el ideal anarquista se identificaba con la huelga general. Esta podría poner en peligro de colapso al Estado burgués. De cualquier manera éste era considerado como una especie de instrumento de contaminación de los ideales revolucionarios, de tal modo que los anarquistas predicaban la acción directa que pusiera en relación tan sólo a patronos y obreros. Este era el lenguaje común entre todos los anarquistas de la época, pero la realidad era que existía en este mundo una pluralidad de manifestaciones muy grande e incluso contradictoria. Militaban en el anarquismo, por ejemplo, intelectuales que despreciaban a los sindicatos y que podían ser más partidarios de la violencia que los obreros afiliados a organizaciones sindicales. Desde el final de siglo hasta 1904 hubo un período en que desapareció el atentado personal, que en los años del fin de siglo había sido protagonista principal de la vida barcelonesa, más que nada por el propio desvío de los anarquistas hacia esta táctica. Sin embargo, reapareció a partir de esta fecha con nuevos bríos encontrando más apoyo entre estudiantes e intelectuales que en los medios obreros. Mateo Morral, que atentó contra el Rey en 1905, puede ser un buen ejemplo de estos terroristas mientras que Ferrer lo fue de quienes les prestaban ayuda. Resulta toda una paradoja que fuera ejecutado en 1909 cuando no había participado en los acontecimientos de la Semana Trágica y no, en cambio, por aquellos otros.