2) ¿Que efecto de lectura les produce el uso de palabras como “naos” en lugar de “naves”, y “precaverse” en lugar de “prepararse” en “La sirena”
3) ¿Por qué “La sirena” está narrado en presente si los hechos ocurrieron en 1541?
Respuestas
Respuesta:
2) El 12 de Abril de 1859 zarpaba yo del Callao para Europa por la única línea y vía
posibles en esa época, que eran vapores ingleses y Panamá San Tomás. Sin darme cuenta
yo ni dársela mis padres, habíamos seguido una excelente gradación en mis viajes
marítimos: a la edad de nueve años se me llevaba a Arequipa, navegando desde el Callao
hasta Islay en compañía de mi propio padre; a los diez y siete, para combatir los estragos de
mi rápido crecimiento, se me embarcaba en un buque de vela, el bergantín «Boterin», que
me llevó hasta Iquique en veinticuatro días con escala en Cerro Azul, y al regreso en Arica.
Después de haber hecho mis primeras armas amorosas en Tacna, volví a Lima por vapor. A
los diez y ocho navegaba hasta Valparaíso, entre cuyo puerto y Santiago pasé cosa de un
año; y por último, ahora, antes de cumplir los diez y nueve, me embarcaba para el más
largo y provechoso de mis viajes, de los cuales y de su recuerdo puedo extraer todavía hoy,
a la formidable distancia de tantos años, inefables fruiciones e inagotables enseñanzas.
Mi mentor (un verdadero Mentor) por esta vez, era un médico español de Victoria, el
doctor don Faustino Antoñano, que después de haber sido el médico de la hacienda de mi
padre, así como su hermano el capellán, por espacio de ocho años, se volvía a Europa. Este
hombre, tan singular por su carácter como por su inteligencia, me había visto crecer y
estudiar a la sombra paterna, y había tenido una parte considerable, que yo mismo le
otorgaba voluntariamente atraído por su ascendiente, en mi educación moral. [34]
Por su humor, aticismo y originalidad parecía de la estirpe de los Cervantes, con cuyos
retratos presentaba además su fisonomía una cuasi identidad. Esta es la mejor prueba del
españolismo que caracteriza a este célebre autor.
Por su austeridad, estoicismo y costumbres era un pagano de la escuela de Catón, que
como es sabido preocupó fuertemente a sus contemporáneos con la originalidad de su tipo
moral. Campechano de carácter, recio de constitución, aunque pequeño y flaco él mismo
cuidaba de sus caballos y sus arreos de montar, fanático por la vida independiente y
montaraz del campo, y al par hombre culto, fino y sagaz en sociedad; así como, llegado el
caso, parecía del temple varonil del manco de Lepanto.
Por muchos años, hasta la edad de veintitrés a veinticinco por lo menos, este amigo
ejerció en mí una influencia tan irresistible como tierna. A su instigación, a mi llegada de
Chile y a sus empeños debí este viaje a Europa; que hace época en mi vida; y si algunas
cualidades apreciables de carácter poseo, después de Dios y mi padre, a él las debo.
La lluvia, los relámpagos y los truenos y la feraz vegetación que me esperaban, cosas
comunes para la mayor parte de los habitantes de la tierra, debían ser maravillas de
inagotable interés para el hijo de la pobrísima costa del Perú, en donde todos esos
accidentes no nos son conocidos sino por las novelas y pinturas. No hablaré de mis
asombros al ver una vegetación feraz en la isla de Taboga; y relampaguear, tronar y llover a
hilos en las Antillas; ni de lo paupérrimamente dotado que en lo físico se me figuró este
Perú costanero que habitamos, donde jamás se ha visto un árbol grande, una tupida selva
que infunda al alma pavor religioso y que la eleve; un río azul, navegable para balsas
siquiera; sino trazos de ríos, torrentes alborotados y rojizos; alborotados y turbios como si
quisieran dar idea del estado de cosas en el ánimo y mente del peruano; donde nunca se oyó
el trueno; donde jamás un fosfórico relámpago abrió nuestros ojos a la contemplación de lo
eterno, despegándose del escuálido huano a que viven condenados, donde jamás una lluvia
copiosa azotó nuestras relajadas fibras y levantó de la tierra ese delicioso olor a búcaro que
la tierra parece ofrendar al cielo en pago del refrigerio que recibe, y en donde ningún
edificio, hecho de miserable caña y barro, [35] puede vivir siglos, y hacer que el póstero
(sic) enternecido exclame: «¡He aquí la casa de mis antepasados!»
3) Primera historia: la sirena esta sola y parte en búsqueda de un ser igual a ella. Como está intrigada por los extraños recién llegados se dirige al Río de La Plata pero pronto comprende que se trata de hombres comunes, sin embargo, en la proa de un barco descubre a un ser como ella que posee un tridente y un escudo. Intenta seducirlo con su canto pero es inútil, desesperada sube por la proa y abraza al mascarón entonces el tridente se clava en su pecho. Finalmente la figura, al estar muy vieja, se desprende del barco y cae al fondo del río matando a la sirena.
La segunda historia, que sirve de telón de fondo para la primera, cuenta el asedio e incendio que los indios hacen a las chozas y barcos de Mendoza lo que causa gran hambruna y muchas muertes entre los soldados.