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Respuesta:
Lo que conocemos como democracia "plena" (suponiendo que un calificativo tal tenga
alguna coherencia, lo que es harto dudoso)1
responde a una fase muy reciente en el desarrollo de
los sistemas políticos liberal-democráticos, los cuales, a su vez, son fruto de una prolongada
evolución de las ideas y formas políticas euroamericanas. Desde esta óptica, conviene no olvidar
que la democracia -en el sentido que hoy tiene esta palabra en Europa y América, y por
extensión, en el resto del mundo- no es un suceso (con la carga etimológica que el término tiene
en español y, sobre todo, en inglés), sino más bien, un larguisimo -fluctuante y balbuceanteproceso que tiene sus orígenes más inmediatos a fines del siglo XVIII (en los Estados Unidos y
en Inglaterra) -y más remotos, incluso, en los Parlamentos o Cortes medievales de los viejos
países europeos.2
Como no podía ser menos, se trata además de un lento proceso, restringido
en sus inicios a Europa (occidental) y al continente americano, limitado a sectores muy reducidos
de esas sociedades y, con frecuencia, salpicado de rupturas, cortes e incluso violencia y
retrocesos. En otras palabras, incluso en Inglaterra o los Estados Unidos, que suelen citarse como
modelos del caso, estamos lejos de enfrentarnos a una historia suave, lineal y simple.3
Para decirlo de manera sencilla, a la par que efectiva, el largo y tortuoso sendero de la
democratización y socialización política desde el Antiguo Régimen discurre, lenta pero
progresivamente, hacia tres metas complementarias; a saber: en primer lugar, una creciente
independencia y separación de poderes, en segundo lugar, una progresiva alternancia (o
separación temporal) en el poder ejecutivo que se afianza, pari passu, desde una limitada, aunque
creciente, participación popular en la elección del mismo, al tiempo que -en tercer lugar- se van
reduciendo las competencias y la injerencia del ejecutivo, en tanto se desarrolla una sociedad civil
independiente, satisfecha y competitiva dotada, poco a poco, de una administración estatal,
neutral e independiente, meritocrática y corporativa. Por lo que respecta a estos criterios, es
menester tener presente que, en general, con contadas excepciones y hasta la Gran Guerra, por
1
La calificación puede no encajar dentro de la terminología profesional al uso, pero es moneda de cambio
popular, cuyo valor define una realidad política consistente en: condiciones de concurrencia libres y medianamente
equilibradas, sufragio universal con participaciones sustanciales, de las que dependen nombramientos y
reposiciones de gobiernos, vertebrados en partidos de base amplia e implantación y organización nacionales.
Ex