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Dar y recibir cariño es un intercambio para el que estamos muy dotados. Constituye para nosotros una necesidad. Una existencia sin amor supone un vacío -que unos acusan más que otros- en una parcela importante de nuestra vida psicológica.
A lo largo de la vida vamos estableciendo numerosas relaciones interpersonales. En ellas vamos volcando más o menos afecto en razón de la afinidad que sentimos por esas personas. También influye la intensidad y frecuencia de la relación, así como la reciprocidad afectiva que nos devuelven.
De forma más o menos inconsciente damos cariño y esperamos que éste produzca un cierto efecto en la persona querida. Deseamos que esta persona nos devuelva su cariño, lo que supone un reconocimiento o reciprocidad y el establecimiento del vínculo afectivo, como la amistad.