¿Cuál es el tema del fragmento?
TESEO: Gentil Hipólita, la hora de nuestras nupcias se acerca ya. Cuatro felices días traerán la luna nueva (...)
HIPOLITA: ... Cuatro días cederán pronto a otras tantas noches; cuatro noches verán pronto volar el tiempo como un sueño, y entonces la luna, semejante a un arco de plata recién curvado en el cielo, alumbrará la noche de nuestras solemnidades.
TEBEO: Ve, Filostrato, prepara a la juventud ateniense para las diversiones (...). (Sale Filostrato). Hipólita, gané tu corazón con mi espada y merecí tu amor ofendiéndote; pero me desposaré contigo de bien distinto modo, en medio de la pompa, el triunfo y los festines. Entran Egeo, Hermia, Lisando y Demetrio.
EGEO: Vengo, lleno de pesadumbre, a presentaros queja contra mi hija Hermia... Acercaos, Demetrio... Este hombre tiene mi consentimiento para casarse con ella... Acercaos, Lisando...; pero este bondadoso duque, ha hechizado el corazón de mi niña... Tú, tú, Lisandro, tú has compuesto versos para ella y cambiado presentes amorosos; (...) con astucia has extraviado el corazón de mi hija, convirtiendo la obediencia que me debe en tenaz obstinación. Por tanto, benévolo duque, si aquí, en presencia de Vuestra Gracia, mi hija no consiente en casarse con Demetrio, reclamo el antiguo privilegio de Atenas; como mía que es, puedo disponer de ella, la cual deberá elegir entre la mano de este caballero o la muerte inmediata, conforme a nuestras leyes establecidas para este caso.
TESEO: ¿Qué decís, Hermia? Reflexionad, hermosa doncella. Para vos, vuestro padre debe ser como un dios; el solo autor de vuestras gracias, sí, y el solo para quien solo sois como una forma de cera por él moldeada y sobre la cual tiene el poder de conservar o borrar la figura. Demetrio es un caballero digno. (...) O perder la vida o renunciar para siempre a la sociedad de los hombres.
Por tanto, hermosa Hermia, consulta con vuestro corazón, considerad vuestra juventud, examinad vuestras inclinaciones con objeto de saber si (...) podréis soportar el hábito de religiosa y quedar desde luego encerrada en las sombras del claustro (...) Tres veces benditas aquellas que pueden dominar sus pasiones y sobrellevar tan casta peregrinación; pero más dichosa es en la tierra la rosa cuya esencia destilamos que la que, marchitándose en su tallo virgen, crece, vive y muere en bendición solitaria.
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