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El jabón desactiva el virus
Los virus no se consideran organismos por sí mismos, porque necesitan la célula de otro ser vivo para sobrevivir. Cuando penetran en la célula de un animal o un ser humano, se multiplican y expanden la infección por todo su cuerpo.
Aunque parezca un procedimiento complejo, los virus tienen una estructura muy sencilla: un núcleo de material genético que le permite multiplicarse, unas proteínas externas que le permiten engancharse a las células del ser vivo que infecta y una envoltura de grasa protectora.
Aquí es donde entra en juego el jabón: sus moléculas pueden disuelven la membrana de grasa y afectan la estructura del virus, que pierde la capacidad de adherirse a otras células e infectarlas.
Por su composición química, el jabón es más efectivo que otros geles desinfectantes creados a base de alcohol, que no disuelve tan bien la estructura del virus. El agua es el método menos efectivo.
Eso sí, es importante frotar las manos a fondo, durante unos 20 segundos, incluso aquellas partes que no solemos lavarnos: espacio entre los dedos, dorso, uñas y contorno de los dedos.
¡Cuidado con tus manos!
Un virus no nos afecta si se posa sobre la piel: para infectar a una persona debe entrar en su organismo.
El problema es que con las manos tocamos superficies infectadas y después nuestra cara: la boca, los ojos y la nariz tienen orificios y mucosas que sirven de entrada para los virus.
Por eso hay que intentar tocarse la cara con las manos lo menos posible. También es mejor evitar saludos de contacto, como darse la mano, dar un abrazo o besarse.
El coronavirus puede sobrevivir sobre objetos y superficies durante horas o días, dependiendo del material y de las condiciones ambientales. Nuestra piel, por ejemplo, es una superficie ideal para los virus.
De ahí la importancia de lavarse las manos varias veces al día y evitar tocar superficies que están expuestas a mucha gente: pomos de puertas, barandillas, botones de ascensor…