Respuestas
estos países decían que “comerciaban” con América. Es un tipo de comercio muy particular que no se ejercía en los términos de la figura mercantil de la mercancía, ya que no se puede hablar de valores equivalentes, de bienes con distintos niveles de disponibilidad, cuando uno de los términos de la relación tiene un arma apuntando al pecho del otro. La exacción abarcó materias originales de América y Asia[20], alimentos, germoplasma y, sobre todo, oro y plata; todo ello a cambio de chucherías, espejitos, vidrios de colores, armas y tejidos que algunos europeos occidentales habían comenzado a fabricar en imitación de las industrias del cercano oriente a partir del siglo XIII. A estos hechos, la historiografía europea occidental los ha llamado “expansión del capitalismo mercantil europeo hacia el resto del mundo”; dicho de otra manera, la mundialización o primera globalización del modo de producción capitalista, lo cual revela, por lo menos, una gran ingenuidad. Wallerstein, refiriéndose al período 1450-1640, lo llama el sistema mundial moderno “tan solo europeo”, refiriéndose obviamente a la Europa del Norte y mediterránea.[21] Para él, el “sistema mundo” bizantino que había abarcado un área tan grande como el Atlántico que los europeos controlaban desde 1500 y sobre bases materiales más sólidas que las que podían exhibir ellos en esos momentos, no existió ni le parece necesario hacerse preguntas al respecto. El mercantilismo del área bizantina y sus regiones periféricas respondía con plenitud a la teoría del valor, esto es, la figura mercantil de la mercancía.
La decadencia del imperio bizantino no había pasado desapercibida para los capitales, hasta entonces de origen mercantil, del norte de Europa. Los contactos del Báltico y del Mar del Norte con el mundo desarrollado de la Edad Media eran antiguos: la historiografía relata contactos comerciales entre Rusia (Kiev y Novgorod) desde el siglo X, lo cual hace suponer que con una casa reinante de príncipes varegos en la Primera Rusia, el contacto con Gotland (Escandinavia) y con áreas de del Mar del Norte eran muy antiguos. Desde el punto de vista de presencias político-militares, cabe mencionar que en 1096 llegó a Constantinopla, junto a otros dirigentes, el conde Roberto de Flandes, también conocido como Roberto de Jerusalén, uno de los grandes señores que conducían la cruzada desde el occidente europeo en su movimiento hacia la llamada Tierra Santa. Este notable era hijo de un noble que había sido peregrino(¡!) a los mencionados lugares santos.
La presencia de mercaderes del norte de Europa fue usual en Constantinopla, llamada Estambul por los turcos, lo cual implicaba un flujo de información que no pudo ser desatendido por los noreuropeos en cuanto hace al aprovechamiento del mismo y de la riqueza de experiencia que caracterizaba a estas regiones, antes con el imperio Bizantino y luego con la constitución del imperio Otomano, el que dominó espacios similares al anterior. Al respecto de esa presencia, S. Faroqhi ha escrito un libro, fruto de sus muy documentados estudios, en el cual demuestra que no hubo un bloqueo en los contactos entre la vieja y desarrollada sociedad del viejo Imperio Bizantino (concepto agregado por quien esto escribe) y del nuevo Imperio Otomano con el resto del mundo de esa época durante los primeros tiempos de la Edad Moderna. En este enfoque, que destruye las bases, ideológicamente estructuradas, de la historia moderna, se muestra como existió una gran red de conexiones mercantiles, financieras, culturales, religiosas y diplomáticas con los imperios de Asia y los nuevos estados de Europa y, particularmente, Inglaterra, Francia, Flandes-Holanda y Venecia. En línea con estas afirmaciones
En la etapa de la guerra de los ochenta años (1568 a 1648), el proceso de liberación de Flandes, Brabante y Holanda de la dominación española requería de un sustento económico que la economía agrícola del sur del actual Nederland no podía sostener. Fue así que mediante la utilización de las viejas rutas comerciales hacia otras ciudades del mar del norte y del golfo de Botnia (hacia Novgorod), particularmente la isla de Gotland, en las que reestructuraron el funcionamiento contemporáneo de las históricas rutas del comercio Bizantino que unía esas regiones con los Balcanes, Rusia y Asia Menor. Hacia los tiempos del recientemente creado Imperio Otomano (aunque existen contactos verificados desde el siglo XIV) comenzaron a comerciar con el cercano oriente. Ya hacia fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI se habían ocupado de confeccionar mapas detallados de las rutas, tarea en la que también se desempeñó el amigo de Pedro I de Rusia (el emperador que fue a aprender la industria de astilleros en Holanda), el ya citado N. Witsen.