• Asignatura: Castellano
  • Autor: oflor6149
  • hace 7 años

Me dicen su opinion sobre el GENERO POLICIAL.
AYUDENMEEEEE PORFAAAAA​

Respuestas

Respuesta dada por: palomagomezarango80
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Respuesta:

Considero como uno de los más grandes triunfos del realismo y como uno de los rasgos más grandiosos del viejo Balzac, que haya estado tan compelido a actuar contra sus propias simpatías de clase y sus propios prejuicios políticos; que viera la necesidad de la decadencia de sus amados nobles y los representara como hombres que no se merecen ningún destino mejor; y que viera a los verdaderos hombres del futuro allí donde sólo podían encontrarse en aquel entonces

Explicación:

Respuesta dada por: ivanjaracuaro
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El denominado género policial ha resistido modas “literarias” instaladas por el mercado y en el angosto target de las ventas de su narrativa, se revitaliza con autores como Henning Mankell, Petro Márkaris, Leonardo Padura y muy recientemente en la Argentina, con la novela La Rubia de ojos negros de Benjamin Black (seudónimo del escritor irlandés John Banville), quien “resucita” en sus páginas al célebre Philip Marlowe, detective creado por el norteamericano Raymond Chandler hacia fines de los años treinta.

Intentaremos, como amantes del policial, ensayar algunas tentativas reflexiones sobre el mismo. Recordemos primero que una de las “tareas” del arte (además de entretenernos o propinarnos un “cross a la mandíbula” como pedía Arlt) es el de mostrar (más que demostrar, asociado esto último a cierto didactismo como el del realismo socialista por ejemplo, pero no sólo él), e incluso casi sin proponérselo concientemente, el de denunciar la sociedad a la cual expresa. Era ese aspecto, entre otros, lo que reivindicaba Marx y Engels de escritores como Balzac, que pese a sus ideas reaccionarias había trazado con líneas de artista la sociedad burguesa de la Francia de su época. (1) Uno de los méritos del último policial, es que logra este propósito de una manera más que satisfactoria, aunque – lamentablemente – sus creadores no sean, aún, socialistas revolucionarios. (2).

Decimos “el último” porque el género detectivesco (otra manera de llamar al policial) nace en el siglo XIX, primero con Edgar Allan Poe y luego con Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, quienes en el marco de un fuerte peso de las ideas de progreso y ciencia vigentes (entendida ésta en forma positivista) desarrollan relatos en donde lo que prima es la pesquisa en sí, el arsenal deductivo que el investigador va desarrollando hasta dar con el asesino. Poseyendo belleza literaria (no exenta de algunos lugares comunes muy obvios) el trasfondo social es casi nulo, y es por ello que la acción podría acontecer en cualquier lugar del mundo o incluso semejar un intelectual ejercicio matemático. El británico pero católico G.K. Chesterton, creando el personaje del Padre Brown, se presenta como la antítesis de aquellos detectives: lo suyo es la psicología de los personajes, la burla hacia los casos cuasi geométricos que poseían los anteriores, aunque siempre las resoluciones de los crímenes por el curita, van a ser enteramente racionales, poseyendo asimismo un marco social del que aquéllos carecían (“Chesterton, ese gran dialéctico” decía un estudioso de Hegel a propósito del inglés).

Ricardo Piglia, un poco siguiendo a Tzsvetan Todorov, llama a lo anterior la novela policial clásica o de enigma y denominará novela negra o dura a la que comienza hacia la década del veinte del pasado siglo en los EEUU: En 1926, Joseph Shaw, que se hizo cargo de Black Mash, una pulp magazine, llevó adelante un programa que realizó su ambición de “publicar un tipo de relato policial diferente del establecido por Poe en 1841 y seguido fielmente hasta hoy” (…) Yo diría que son novelas capitalistas en el sentido más literal de la palabra: deben ser leídas, pienso, ante todo como síntomas. Relatos llenos de contradicciones, ambiguos, que a menudo fluctúan entre el cinismo (Hadley Chase) y el moralismo (en Chandler todo está corrompido menos Marlowe, profesional honesto que hace bien su trabajo y no se contamina); en verdad, parece una realización urbana del cowboy. (3).

Dashiell Hammett primero y el citado Raymond Chandler después, son los “padres” de este género, que lo acerca al realismo clásico decimonónico. El detective ya no deduce desde una habitación cerrada o husmea las huellas en un jardín de una mansión de adinerados. Aquí se equivoca en más de una ocasión, se halla constantemente envuelto en la violencia (ha tenido que matar, incluso) y su acción nos permite conocer de cerca las miserias del sistema, que no dudan en llamarlo capitalista y adjetivarlo como “sediento de lucro”. ¿Llevará eso a que Philip Marlowe, la criatura de Chandler, comprenda acabadamente el por qué de esta situación y colabore en la lucha política y social? Lejos está de ello. Oigamos a su creador:

Ahora hay tipos hablando sobre la prosa, y otros diciéndome que yo tengo conciencia social. Philip Marlowe tiene tanta conciencia social como un caballo. Tiene una conciencia personal, que es algo por completo diferente. A Marlowe no le importa un bledo quién es presidente, a mí tampoco, porque sé que será un político. Hubo incluso uno que me informó que yo podía escribir una buena novela proletaria; en mi mundo limitado no existe ese animal, y si lo hubiera, yo sería el último en apreciarlo, ya que soy por tradición y largo estudio un completo snob. P. Marlowe y yo no despreciamos a las clases altas porque se bañan y tienen dinero; los despreciamos porque son hipócritas. (4)

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