Respuestas
1.Desfase entre la edad cronológica y la edad mental.
En un primer contacto este es uno de los aspectos más llamativos. Podemos encontrarnos con personas que tienen miedo a «crecer», son personas que no son conscientes de sus responsabilidades y de su realidad. El entorno acusa esta característica, peleando porque se asuman aquellos roles que se espera de cada uno según su momento evolutivo.
2.Desconocimiento de uno mismo.
Conocerse a uno mismo es la asignatura más importante de la vida de una persona. Por ello, saber cuáles son las actitudes, aptitudes y limitaciones que uno tiene son el cuaderno de bitácoras de una navegación adecuada.
Una personalidad inmadura puede acusar este síntoma, entre otros; esto, sin duda, hace palidecer otro tipo de logros vitales que resultan esenciales para ser consistentes y psicológicamente formados
3.Inestabilidad emocional.
Cambios constantes en el estado de ánimo pueden ser indicativos de una personalidad a medio hacer. Pasar de la euforia a la melancolía o del buen humor al mal humor en cuestión de momentos, ser desigual, variable e irregular es síntoma de que algo no anda bien en la constitución de nuestra esencia.
La fragilidad mudable y los sentimientos pendulares hacen que no sepamos qué vamos a encontrarnos en el otro. Así, como si de una montaña rusa se tratara, las oscilaciones son tan frecuentes que muchas veces resultan dañinas para quien acompaña a una personalidad inmadura. No es que se quiera hacer daño, es que resulta inevitable ser víctima de este bamboleo.
Barquito de papel
4.Poca o nula responsabilidad.
Como cualquier otro hecho psicológico, la inmadurez tiene distintos niveles. Ser conscientes de la realidad de uno mismo implica conocer el presente de uno mismo y hacerse responsable de las cualidades, posibilidades y exigencias sin ningunearse ni creerse más que nadie.
5.Mala o nula percepción de la realidad.
Si no captamos bien la realidad propia y la del entorno, caemos fácilmente en una falta de armonía con nosotros y con los que nos rodean. Debemos aprender a medir bien las distancias y las cercanías, valorando en cada punto y cada situación qué es lo que debemos y lo que queremos hacer.
6.Ausencia de un proyecto de vida: la vida no se improvisa.
La vida no se improvisa. Por ello es necesario plantear un esquema vital que nos ayude a diseñar mentalmente nuestro porvenir. Lograr un equilibrio entre el amor, el trabajo y la cultura es la única garantía de bienestar. Según enfatiza Rojas, el amor debe ser el primer argumento de la vida, pues es lo que da vida y fuerza a los demás. Cumpliendo esta premisa, la suma de todos debe ofrecernos una coherencia interna que determine nuestro desarrollo vital.
7.Falta de madurez afectiva
Entender qué es, en qué consiste y cómo se vertebra nuestra vida sentimental es la clave en la constitución de la personalidad madura. Por amor tiene sentido la vida pero no hay amor sin renuncias. Al mismo tiempo, nadie puede ser absoluto para el otro, por lo que se entiende que la dependencia emocional y el sentimiento más genuino del que podemos hacer gala no pueden coexistir sin destruirse.
Por ello es esencial destacar que el amor no puede ser una realidad si no se trabaja y dinamiza día a día. No se trata de dulces sentimientos, sino de pequeños detalles que marcan la diferencia y dan sentido a la existencia del ser en el mundo
8.Falta de madurez intelectual.
La inteligencia junto a la afectividad es otra de las grandes herramientas de la psicología. Si bien hay muchos tipos de inteligencias, la falta de visión y de planificación presente, la hipertrofia del momento actual y la impulsividad distante recrea un juego que fundamentalmente nos conduce a un detrimento de nuestra capacidad de crecimiento. Si no analizamos los hechos, es difícil que sepamos hacia dónde queremos conducir nuestra vida.
Si me pusieras como mejor respuesta, eso me ayudaría muchísimo :)
hombre en campo flores
La moral es el arte de vivir con dignidad. Usar de manera incorrecta la libertad, significa poner en práctica algo que no
La voluntad es la joya que adorna a las personas maduras. Cuando somos frágiles, la falta de templanza nos impide ponernos objetivos concretos. Esto conduce a un desvanecimiento de las posibilidades de mejora. Si no sabemos decir NO, estamos echando a perder nuestra esencia. Debemos aprender a no vencernos ni a ser presos de los impulsos inmediatos.