Respuestas
Respuesta:
Un análisis de varias crisis argentinas permite distinguir entre los usos muy expandidos del término «crisis» en el lenguaje coloquial y la pregunta acerca de cómo abrir un debate conceptual sobre este término, sus usos, sus dimensiones económicas, políticas y culturales. Un término polisémico, normativo y objetivista conlleva varios riesgos, por lo que resulta necesario un uso «restringido». En este marco, el interés de este artículo es comprender, a través del análisis del caso argentino, las dimensiones culturales implicadas en las crisis, porque en ciertos contextos se producen crisis de confianza en la economía, crisis de confianza en la política, crisis de representación o legitimidad social.
Argentina y sus crisis
rgentina está en crisis? Durante varias décadas, el término «crisis» ocupó un lugar central en los ensayos sobre el país y pareció convertirse en un diagnóstico casi permanente. Una célebre revista publicada entre 1973 y 1976, dirigida en Buenos Aires por Eduardo Galeano, llevaba ese nombre y volvió a editarse desde los años 80. A diferencia de los países culturalmente centrados en su pasado dorado o en su futuro soñado, Argentina parecía concentrarse en un presente de «crisis»1. Posiblemente hacia fines del siglo xx el país comenzó a virar, con los efectos del neoliberalismo, hacia un relato más decandentista, que aludía a distintos pasados maravillosos.
Tres crisis configurativas
Una de las formas de comprender la Argentina actual es analizar muy brevemente tres crisis y tres formas diferentes de respuestas populares. El país atraviesa el periodo más largo con elecciones libres y sin proscripciones. Ese periodo se inició en 1983, después del fin de la más dramática dictadura militar de su historia. En 1982, mientras avanzaba la crisis económica y social, se fortalecieron las movilizaciones sindicales. La increíble Guerra de Malvinas, dirigida por unas Fuerzas Armadas que ni siquiera querían ganarla, despertó formas de organización de la sociedad para multiplicar la solidaridad con los soldados. Y después de la veloz derrota militar, se agudizó la crisis económica y política, al tiempo que se intensificaban las redes organizativas de la sociedad civil.
Los movimientos de derechos humanos, que habían tenido un momento crucial en 1977 con la primera ronda de las Madres de Plaza de Mayo, fueron ocupando un lugar central en el fortalecimiento de las movilizaciones contra la dictadura. Lo que resulta más interesante, analizado con perspectiva histórica, es que muchas de aquellas organizaciones fueron protagonistas de estas tres décadas y media de democracia. Y dejaron un legado central en la cultura política argentina.
En efecto, uno de los elementos que distinguen a Argentina de otros países de la región es que el rechazo a la violencia política estatal devino parte del sentido común. Eso no significa que en estas décadas no haya habido represión e incluso muertos en protestas sociales, sino que el grado de esa represión y de la violencia política ha sido menor que en otros países, y que en varias ocasiones la muerte de protagonistas de protestas ha abierto crisis políticas e institucionales2. Ese legado se tradujo en el emblemático Juicio a la Juntas (militares) en 1985, en la derogación y anulación de todas las leyes de impunidad aprobadas en los años 90 en 2003 y en el hecho de que en la actualidad haya más de 700 presos por crímenes de lesa humanidad. En junio de 2017, la Corte Suprema de Justicia aplicó el «2x1», que reducía el cómputo de la pena de un condenado por esos crímenes, y en una semana una multitud de argentinos salió a protestar a la calle3.
En 1989, el presidente Raúl Alfonsín adelantó las elecciones y su partido fue derrotado por el justicialista Carlos Menem. Los recurrentes problemas económicos se veían agravados por una inflación que en 1988 superó el 300%. Sin embargo, después de las elecciones se disparó un espiral hiperinflacionario que superó el 3.000% anual e ingresó en las antologías mundiales. En la ciudad de Rosario comenzó a haber reclamos de comida ante los supermercados, que terminaron en saqueos que se extendieron a Córdoba, Buenos Aires y otras ciudades. En contraste con las movilizaciones sindicales o políticas tan habituales en la historia argentina, los saqueos mostraron un fenómeno inédito en el que se combinaba el hambre con el debilitamiento de las organizaciones tradicionales. Los saqueos se repitieron como eventos en momentos de crisis aguda como 2001, o como «gran miedo» en diferentes meses de diciembre posteriores, en algunos años en que las tradicionales fiestas de fin de año se combinaron con una situación social complicada y con cierta debilidad política del gobierno.