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Cuando comience el ciclo lectivo 2014 festejaremos en las escuelas secundarias de todo el país los 30 años de “democracia educativa”. Todavía hoy, a treinta años, hay quien dice: “La escuela de antes es mejor que la de ahora”. Incluso circulan por Internet viñetas pretendidamente graciosas respecto de lo supuestamente “mucho” que se aprendía “antes” y lo supuestamente “poco” que se aprende ahora. Conviene entonces detenerse un poco en la difusa palabra “antes”. ¿A qué “antes” se refieren quienes defienden esa tesitura?
¿Treinta años “antes”? 1983, asumía Alfonsín, se venía de siete años de la más trágica dictadura. Como es “políticamente incorrecto” defender semejante cosa, dicen: “No, ¡antes!”.
¿Cuarenta años “antes”? 1973, asumía Cámpora. Veníamos de siete años de la autoproclamada “revolución argentina” (Onganía-Levingston-Lanusse). “No, ¡antes!”
¿Cincuenta años “antes”? 1963, asumía Illia, en elecciones llenas de proscripciones. Se venía del período de golpes y contragolpes de Estado, azules y colorados, etcétera. “No, ¡antes!”
¿Cincuenta y cinco años atrás? 1958, asumía Frondizi. Veníamos de la “fusiladora”.
Seamos claros: de 1955 a 1983, quienes transcurrimos nuestra secundaria en ese período lo hicimos atravesados por dictaduras. Ya el coro de quienes dicen que “antes se aprendía más” se achica, porque la reflexión se impone, pero queda alguna gente que sigue diciendo que “bueno, la escuela era un poco más autoritaria, pero se aprendía más”. El “un poco” seguramente se refiere a los 600 docentes y 200 alumnos desaparecidos, a La Noche de los Lápices...
La pretensión de que se pudiera aprender más en dictadura que en democracia se basa en el iluminismo puro de quienes descreen la importancia de una escuela que, junto y con la transmisión de los saberes disciplinares, construye ciudadanía crítica y reflexiva (en dictadura también se construía ciudadanía: ciudadanía obediente y sumisa), impulsa valores basados en la solidaridad y en la paz, tiene una visión latinoamericanista y es pluralista por antonomasia. Cree en los jóvenes, impulsa los centros de estudiantes (ahora con una ley que obliga a su implementación en todas las escuelas). “Antes” los centros de estudiantes eran clandestinos.
No obstante, estos sectores (ciertamente que minoritarios, pero muy influyentes) siguen diciendo: “Sí, todo eso está bien, pero no se puede negar que antes se aprendía más”, “A los que no querían estudiar, se los rajaba y listo”, “Sólo se recibían los que de verdad estudiaban”. Defienden así la idea de la pirámide, donde había siete u ocho divisiones de primer año y dos o tres de quinto año y menos numerosas. Se enseñaba la supremacía del más apto.
Nosotros negamos enfáticamente que antes (en las dictaduras) se aprendiera más que ahora (en democracia). Porque defendemos la libertad de cátedra y la idea de que la educación es un acto profundamente político. La educación no es neutral. Y que, por ello, la democracia atraviesa la enseñanza de todas las materias, como antes lo hacían las dictaduras. Las materias son muchas, pero veamos algunos ejemplos:
Lengua y literatura: eran tantos los autores y las obras prohibidas... Sólo mencionar a Cortázar, García Márquez, Neruda.
Historia argentina: sólo la visión liberal, el revisionismo histórico estaba recontra prohibido.
Música: otra vez autores y canciones prohibidísimas: todo el movimiento del Nuevo Cancionero: Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Horacio Guarany.
Economía: recontra prohibido enseñar la teoría marxista de la plusvalía. Ni tampoco métodos de planificación centralizada. Como máximo, el fordismo.
Educación física: estaban prohibidos los Juegos Evita.
Educación para la salud (“antes”, Higiene): el único método anticonceptivo que se podía enseñar era la “cafiaspirina”. Si a algún docente se le ocurría enseñar que el preservativo es el único método eficaz para la prevención de los embarazos no deseados y las enfermedades venéreas, iba preso por corrupción de menores.