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Parece una maldición, pero mirando el retrovisor se diría que en los últimos años siempre ha sido un poco así. Que este país no pudiera aunar unas buenas (o correctas, según se mire) relaciones con EEUU y con los principales actores políticos de la UE como son Francia y Alemania. El almuerzo de ayer entre el presidente norteamericano Barack Obama y el jefe del Estado español, el Rey Don Juan Carlos, supone la instantánea del idilio en el que parecen vivir los dos países en el terreno diplomático. La imagen entre Obama y el Rey en el comedor de la Casa Blanca con apenas cuatro ilustres comensales más es potente y está llena de simbolismo que nos puede beneficiar como país. Eso parece evidente. En este sentido hay que recordar que los intereses de las empresas españolas en EEUU son cada vez más importantes, hasta el punto de que el pasado año fue este el principal destino de la inversión española en el extranjeros y con datos en continuo crecimiento en los últimos tiempos. Imágenes como ésta parecen ir en el camino de reforzar esta colaboración.
El almuerzo entre ambos mandatarios obedece a una invitación personal del presidente norteamericano al monarca, y tiene el valor añadido de que, además, supone que el Rey Don Juan Carlos es el primer jefe de estado de la UE que es recibido en la Casa Blanca desde que Obama accedió al poder. A ello habría que recordar que este encuentro viene precedido de la invitación, también personal, que el presidente norteamericano hizo al presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, para participar como invitado especial en el Día Nacional de la Oración, un acto de enorme significado en este país ya que supone de facto la apertura del año político en la capital de la primera potencia mundial, aunque en aquel caso, hay que recordar también, ni hubo almuerzo ni encuentro privado. El de ayer vendría, pues, a jalonar este clima de entendimiento, con matices, entre ambas administraciones con el baldón de la negativa del propio Obama a venir a España en este primer semestre y coincidiendo con la presidencia española de la Union Europea.
Sin embargo, en la otra cara de la moneda, las relaciones con la UE, la diplomacia de Zapatero no hace sino cosechar fotos desvaídas que sólo le provocan, a él y al país, continuos quebraderos de cabeza que poco ayudan en la crítica situación económica actual. Si el presidente español pensaba, y lo pensaba, que la presidencia de turno de la UE le iba a reportar personalmente réditos políticos, parece que, al menos de momento, las cosas están saliendo justo al revés. O, como mínimo, ni frío ni calor. Y como fotos fijas de esto último ahí están en la retina de la opinión pública la desafortunada imagen de la cumbre de Davos junto al presidente de Letonia y Grecia, justo el día en el que la bolsa española sufría el peor batacazo de los últimos años. Un síntoma y una mala foto. Sucedió después en la imagen común de la UE del acuerdo para rescatar a Grecia de la voracidad de los tiburones financieras, donde estaban casi todos los importantes menos Zapatero.
Debe ser que este país no es capaz de mantener buenas relaciones a ambos lados del Atlántico y eso siempre va a ser una remora. Tal como le sucedió al ex presidente José María Aznar, quien a sus excelentes y amigables relaciones con la administración Bush tuvo su reverso en el desapego y desdén de sus encuentros con los gobiernos francés y alemán presididos por Jacques Chirac y Gerhard Schröder. Será que a nuestros máximos gobernantes le falta cintura. O diplomacia. O será que el Rey, una vez más, viene a suplir los que nuestros presidentes, de antes y ahora, son incapaces de realizar anteponiendo los intereses generales a los propios y de partido