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Fueron de gran importancia tanto en México como en el Virreinato del Perú. Fueron centros laborales dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana, algodón. Su número creció rápidamente debido a que las vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros (de diferentes calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas, medias, sombreros, costales). Su producción no pudo superar lo artesanal debido a que el monopolio peninsular no dejaba que se expandiera o que elaborara productos de mejor
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Desde muchísimo tiempo atrás, dos han sido las actividades principales de los indígenas de Otavalo: el trabajo textil y el comercio. De la actividad textil de la época prehispánica no ha quedado vestigios materiales, sino referencias ocasionales; del período colonial hay testimonios, como el de Don Sancho de Paz Ponce de León , el mas notable y conocido corregidor de Otavalo del siglo XVI que en su Relación de 1582 dice: "los tratos que hay entre los naturales en hacer mantas de algodón y venderles por oro a españoles y a indios para pagar sus tributos".
En el tiempo de la Colonia, en la región de Otavalo funcionaban varios obrajes, que eran "fabricas de paños ordinarios, bayetas y otros tejidos de lana" donde los indígenas trabajaban en condiciones infrahumanas. A fines del siglo XVI, el obraje Mayor de Otavalo, que contaba con 500 trabajadores, era uno de los mas importantes de la Audiencia de Quito, allí se producía "paños, jergas, frazadas y pañetes". En 1622 se fundó el obraje de San Joseph de Buenavista de Peguche, que tenía entre 200 y 300 indios para su funcionamiento; su producción mas importante eran paños y bayetón azul, para uniformes del ejercito y hábitos de congregaciones religiosas, lo mismo que jergas y bayetas, para ropa de personas pobres.
En 1631, ante una orden del rey de España para cerrar y demoler los obrajes, donde se cometían innumerables abusos contra los indios, Lope Antonio de Munive, presidente de la Audiencia, argumentaba que por no haber minas ni otra fuente de trabajo para los indígenas, se conserven los obrajes, puesto que el oficio textil "que además de ser el que entienden y al que se acomoden mejor respecto de su natural flojedad, trabajan a la sombra con mas comodidad que en la cultura de los campos". En 1684, el rey aceptó el pedido de Munive.
Con sus técnicas ancestrales y con las herramientas y tecnologías que aportaron los conquistadores castellanos, los indígenas, en sus propios talleres, continuaron trabajando en la producción de ponchos, fajas, lienzos, bayetas, etc., para su uso. Con el paso del tiempo se dedicaron a tejer chalinas, cobijas y otros artículos para los consumidores blanco-mestizos de la cabecera cantonal.
Pero la producción textil no permaneció en su línea tradicional y los cambios mas importantes se dieron desde mediados de la década de 1960, hasta el presente, por la influencia de varios factores: la introducción de fibras acrílicas (orlón) en el mercado local, materia prima que desplazó a la lana y que obliga a volverse tejedores a quienes eran hiladores; la construcción de la actual carretera panamericana que facilitó el flujo turístico a Otavalo, lugar que se convirtió en uno de los puntos de visita casi obligatoria para los extranjeros; la construcción del nuevo mercado "Centenario" por el Instituto Otavaleño de Antropología, con recursos económicos y ayuda técnica de los Países Bajos; etc.
Ante el incremento de la demanda de textiles, los artesanos otavaleños compraron telares mecánicos a las industrias que renuevan sus equipos obsoletos. Así se comenzó a producir enormes cantidades de objetos exactamente iguales, de inconfundible origen industrial, que son promocionados y vendidos como "Artesanía Otavaleña".
Aún estamos a tiempo no solo de salvar sino de fortalecer y mejorar una importantísima actividad, que se ha convertido en fuente de recursos económicos y de trabajo en Otavalo.
En el tiempo de la Colonia, en la región de Otavalo funcionaban varios obrajes, que eran "fabricas de paños ordinarios, bayetas y otros tejidos de lana" donde los indígenas trabajaban en condiciones infrahumanas. A fines del siglo XVI, el obraje Mayor de Otavalo, que contaba con 500 trabajadores, era uno de los mas importantes de la Audiencia de Quito, allí se producía "paños, jergas, frazadas y pañetes". En 1622 se fundó el obraje de San Joseph de Buenavista de Peguche, que tenía entre 200 y 300 indios para su funcionamiento; su producción mas importante eran paños y bayetón azul, para uniformes del ejercito y hábitos de congregaciones religiosas, lo mismo que jergas y bayetas, para ropa de personas pobres.
En 1631, ante una orden del rey de España para cerrar y demoler los obrajes, donde se cometían innumerables abusos contra los indios, Lope Antonio de Munive, presidente de la Audiencia, argumentaba que por no haber minas ni otra fuente de trabajo para los indígenas, se conserven los obrajes, puesto que el oficio textil "que además de ser el que entienden y al que se acomoden mejor respecto de su natural flojedad, trabajan a la sombra con mas comodidad que en la cultura de los campos". En 1684, el rey aceptó el pedido de Munive.
Con sus técnicas ancestrales y con las herramientas y tecnologías que aportaron los conquistadores castellanos, los indígenas, en sus propios talleres, continuaron trabajando en la producción de ponchos, fajas, lienzos, bayetas, etc., para su uso. Con el paso del tiempo se dedicaron a tejer chalinas, cobijas y otros artículos para los consumidores blanco-mestizos de la cabecera cantonal.
Pero la producción textil no permaneció en su línea tradicional y los cambios mas importantes se dieron desde mediados de la década de 1960, hasta el presente, por la influencia de varios factores: la introducción de fibras acrílicas (orlón) en el mercado local, materia prima que desplazó a la lana y que obliga a volverse tejedores a quienes eran hiladores; la construcción de la actual carretera panamericana que facilitó el flujo turístico a Otavalo, lugar que se convirtió en uno de los puntos de visita casi obligatoria para los extranjeros; la construcción del nuevo mercado "Centenario" por el Instituto Otavaleño de Antropología, con recursos económicos y ayuda técnica de los Países Bajos; etc.
Ante el incremento de la demanda de textiles, los artesanos otavaleños compraron telares mecánicos a las industrias que renuevan sus equipos obsoletos. Así se comenzó a producir enormes cantidades de objetos exactamente iguales, de inconfundible origen industrial, que son promocionados y vendidos como "Artesanía Otavaleña".
Aún estamos a tiempo no solo de salvar sino de fortalecer y mejorar una importantísima actividad, que se ha convertido en fuente de recursos económicos y de trabajo en Otavalo.
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