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Respuesta:Jesús entra a Jerusalén, no con arrogancia en un carro de guerra tirado por caballos, como lo hacían los vencedores en de batallas militares o los emperadores, sino manso y humilde, en son de paz y montando un asno, como lo había anunciado hacia el año 450 A.C. el profeta Zacarías (9,9): “Mira que tu rey vendrá a ti… pobre y sentado sobre un asno…”
Jesús inicialmente es recibido por “la multitud de sus discípulos” como el Mesías prometido, descendiente del rey David. Pero también la mayoría de ellos lo abandonará, hasta salirse finalmente con la suya los fariseos y los sacerdotes del Templo, que provocarán la condenación de Jesús a la muerte en la cruz. A la aclamación inicial “Bendito el Rey que viene…” – le sucederá poco después el grito “Crucifícalo” (Lc 23, 20). Pero hay un detalle: el mismo Evangelio que al narrar el nacimiento de Jesús se había referido a los ángeles que cantaban “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra…” (Lc 2, 14), evoca ahora una exclamación similar de la gente que lo recibe cuando entra en Jerusalén antes de su pasión: “¡Paz en el cielo y gloria en lo alto!”
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durante todo el camino cuaresmal, hemos ido escuchando y meditando en los diferentes Evangelios, que no sólo de pan vive el hombre. Que necesitamos muchas cosas para poder ser feliz, y la vida va pasando sin que nos demos cuenta. No escuchamos a Jesús, porque tenemos demasiado ruido. Pero Dios es paciente, él a pesar de nuestros fallos, cuenta con nosotros; nos espera como el Padre a que nos demos cuenta que hemos pecado, y volvamos. No nos juzga, siempre tiene misericordia de nosotros.
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