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La educación artística es un arma poderosa para liberar la imaginación y formar ciudadanos sensibles, libres, solidarios y comprometidos. Como señala Arthur Efland, “las diferentes artes construyen representaciones del mundo, que pueden inspirar a los seres humanos para comprender mejor el presente y crear alternativas de futuro” Efland, A. (2004). Arte y cognición. Barcelona, Octaedro. Pág. 229.
La apreciación artística puede considerarse como el área de conocimiento que estudia y valora las diferentes manifestaciones creativas que la humanidad ha realizado a través de su historia. Su propósito es comprender al arte como una actividad inherente al desarrollo de toda sociedad.
La apreciación artística y el análisis crítico sobre una obra de arte obedecen a la necesidad de tener un interlocutor entre el creador y el público. Es un proceso en el que están implicados una obra única y original con ciertos atributos y diferentes tipos de espectadores en busca de valoraciones, experiencias significativas y sentidos.
La incorporación sistemática del arte en la educación contribuye, entre otras cosas, a que los individuos comprendan que existe más de una respuesta a una pregunta, más de una solución a un problema, y que la diversidad que cada uno aporta es importante. Las artes desarrollan la sensibilidad y el conocimiento (intelectual y estético), y enseñan que existe una diversidad de medios para comprender y representar el mundo, que es posible expresarse a través de otros lenguajes; que todos los campos o disciplinas (lengua, ciencias, matemáticas, etc.) son susceptibles de ser considerados en su capacidad de generar experiencia estética. Es por ello que la presencia de las artes en la enseñanza enriquece el mundo educativo desde lo cognitivo, lo emocional y lo afectivo.
Por otra parte, las propuestas de educación artística en otras comunidades propiciarán el desarrollarlo de competencias sociales que faciliten la integración por medio de la cooperación, la empatía, la solidaridad, el compromiso y la responsabilidad.
Las instituciones educativas deben participar activamente en esta tarea, ofreciendo información y experiencias significativas que promuevan el desarrollo de las potencialidades de sus alumnos, garantizando una práctica artístico-pedagógica sistemática, responsable y significativa que contribuya a la comprensión del paisaje social y cultural en el que habitan los individuos. Enseñar y aprender arte implica abordar contenidos específicos, con sensibilidad y con emoción, con identidad, con subjetividad, promoviendo el desarrollo del pensamiento.