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Orígenes y evolución
Torre de Martello en la costa de Leith en Edimburgo (1896), de Hermann Eschke, colección privada
El mar ha sido un motivo recurrente en el arte y, sobre todo, en la pintura. Ya en la antigua Grecia, motivos marinos adornaban ánforas y otros objetos decorativos. Con el tiempo, pintores como Canaletto, Willem van de Velde el viejo, Claude Joseph Vernet, Turner, Iván Aivazovski, Hokusai, Manet, Monet, Sorolla, Homer, Childe Hassam, Joaquín Mir, entre muchos otros, han dedicado al mar parte esencial de su obra.
Barcos y embarcaciones se han representado en el arte desde la antigüedad, pero la marina sólo comenzó a convertirse en un género, con artistas especializados, hacia el final de la Edad Media. Con escasa representación en el Renacimiento, los paisajes marinos puros no llegarían hasta más tarde. Así, destacaron en la pintura holandesa del siglo XVII, como reflejo de la importancia del comercio exterior y el poder naval de aquella república, importancia que por el mismo concepto heredaría luego la pintura británica. El romanticismo, recuperó la temática del mar y la costa dando como fruto una de las épocas más brillantes de la pintura de Historia, y produciendo a muchos de sus mejores pintores de paisajes, sobresaliendo alemanes e ingleses. El siglo XIX abrió los mercados en general y el de las marinas en particular. Rusia y Estados Unidos generaron importantes escuelas paisajistas con especial desarrollo de los temas del mar. Las nuevas corrientes originadas en Francia, el plenairismo, y la revolución técnica del impresionismo y sus secuelas, añadieron nuevos aspectos renovadores a las pinturas de marinas.1
En el gran mercado del arte, la pintura tradicional de marinas ha seguido las pautas y convenciones holandesas hasta la actualidad.