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Las cartas portulanas
Introducción
Al inicio de la Edad Media, tal y como explicamos en el post sobre San Isidoro de Sevilla, la Cartografía en el Occidente Cristiano pasó a tener un papel religioso en el cual se representaban todos los lugares importantes descritos en la Bíblia (con Jerusalén en el centro del mundo, el Jardín del Edén…).
En la Edad Media los mapas respondían a necesidades religiosas. Adaptación del Siglo XV de un mapa O-T (fuente WikiMedia)
No obstante, a partir de los siglos XIII – XIV (lo que históricamente se conoce como la Baja Edad Media) surgieron nuevos avances técnicos en navegación, destacando nuevos tipos de barcos y el uso generalizado de la brújula, lo que generó un nuevo tipo de cartas náuticas basadas en cálculos serios de la posición del navío y la distancia entre los puertos.
El hecho de que estos mapas sirviesen para la navegación entre puertos hace que se les denomine Cartas Portulanas o, simplemente, Portulanos, cuyo significado es “el que alcanza un puerto seguro”. Aunque su proceso de fabricación era manual (y, por tanto, lento y costoso) sus propietarios los guardaban como si de un tesoro se tratase ya que, además de permitirles llegar a puerto, les permitía anotar descubrimientos, correcciones y cualquier cosa que les permitiese mejorar el tránsito de mercancías (y tropas) por el mar.
La referencia más antigua que se tiene del uso de un mapa portulano en alta mar, según algunas fuentes históricas, viene del año 1270: corría la Octava Cruzada y una tormenta había obligado a la flota de los cruzados dirigidos por el rey francés Luis IX (posteriormente canonizado como San Luis) a desviarse en su camino a Túnez. El rey quiso saber donde se encontraban y los marineros le llevaron un mapa para mostrarle que se encontraban en el golfo de Cagliari, en la isla de Cerdeña (actual Italia).
Al ser mapas elaborados para su uso en el mar, solo representaban el litoral, con escasos detalles del interior limitándose a accidentes geográficos (ríos, montañas…) que pudiesen servir de referencia a los navegantes. Los nombres de los principales puertos están anotados de manera perpendicular a la costa, de modo que facilitase su lectura girando el mapa.
Detalle del mapamundi de Cresques (siglo XIV) donde puede observarse los nombres perpendiculares a la línea de costa (fuente WikiMedia)
Al haber sido dibujado con brújula, el Norte dibujado es el Norte Magnético el cual difiere del Norte Geográfico en lo que se conoce como la declinación magnética. Aunque estos valores varían cada año, y dependen de la zona en la que nos encontremos en la Tierra, en el Mediterráneo el valor de dicha declinación se mantenía constante (o con una variación muy pequeña), lo que permitía navegar sin ningún tipo de problema empleando la brújula. En 1492 Cristobal Colón descubrió, navegando por el Atlántico, la línea ágona, que marcaba el cambio de declinación magnética de valores positivos a negativos, lo que fue el principio del fin de la navegación conforme a lo que se había estado haciendo hasta la fecha.
Las escuelas
Los principales productores de este tipo de mapas eran los puertos más activos del Mediterráneo Occidental, por lo que encontramos dos escuelas de cartografía portulana a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento:
Escuela italiana: representada principalmente por la República de Génova y la República de Venecia. Sus mapas se caracterizan por mostrar cierta sobriedad. Son útiles, precisos y en ellos el interior de los continentes es un enorme espacio en blanco (salvo los detalles necesarios para que se puedan guiar los navegantes, como se dijo anteriormente). Ocasionalmente se añaden los estandartes y escudos de los diversos reinos.
Escuela española: representada por la Corona de Aragón y, más concretamente, el Reino de Mallorca. La cartografía mallorquina se caracteriza por la abundancia de elementos geográficos e históricos, llegando a compendiar muy diversa información acerca de la realidad geográfica. Esta escuela conoció su apogeo con la llegada de los Cresque, familia judía mallorquina, y la publicación del Atlas Catalán a finales del Siglo XIV.
Introducción
Al inicio de la Edad Media, tal y como explicamos en el post sobre San Isidoro de Sevilla, la Cartografía en el Occidente Cristiano pasó a tener un papel religioso en el cual se representaban todos los lugares importantes descritos en la Bíblia (con Jerusalén en el centro del mundo, el Jardín del Edén…).
En la Edad Media los mapas respondían a necesidades religiosas. Adaptación del Siglo XV de un mapa O-T (fuente WikiMedia)
No obstante, a partir de los siglos XIII – XIV (lo que históricamente se conoce como la Baja Edad Media) surgieron nuevos avances técnicos en navegación, destacando nuevos tipos de barcos y el uso generalizado de la brújula, lo que generó un nuevo tipo de cartas náuticas basadas en cálculos serios de la posición del navío y la distancia entre los puertos.
El hecho de que estos mapas sirviesen para la navegación entre puertos hace que se les denomine Cartas Portulanas o, simplemente, Portulanos, cuyo significado es “el que alcanza un puerto seguro”. Aunque su proceso de fabricación era manual (y, por tanto, lento y costoso) sus propietarios los guardaban como si de un tesoro se tratase ya que, además de permitirles llegar a puerto, les permitía anotar descubrimientos, correcciones y cualquier cosa que les permitiese mejorar el tránsito de mercancías (y tropas) por el mar.
La referencia más antigua que se tiene del uso de un mapa portulano en alta mar, según algunas fuentes históricas, viene del año 1270: corría la Octava Cruzada y una tormenta había obligado a la flota de los cruzados dirigidos por el rey francés Luis IX (posteriormente canonizado como San Luis) a desviarse en su camino a Túnez. El rey quiso saber donde se encontraban y los marineros le llevaron un mapa para mostrarle que se encontraban en el golfo de Cagliari, en la isla de Cerdeña (actual Italia).
Al ser mapas elaborados para su uso en el mar, solo representaban el litoral, con escasos detalles del interior limitándose a accidentes geográficos (ríos, montañas…) que pudiesen servir de referencia a los navegantes. Los nombres de los principales puertos están anotados de manera perpendicular a la costa, de modo que facilitase su lectura girando el mapa.
Detalle del mapamundi de Cresques (siglo XIV) donde puede observarse los nombres perpendiculares a la línea de costa (fuente WikiMedia)
Al haber sido dibujado con brújula, el Norte dibujado es el Norte Magnético el cual difiere del Norte Geográfico en lo que se conoce como la declinación magnética. Aunque estos valores varían cada año, y dependen de la zona en la que nos encontremos en la Tierra, en el Mediterráneo el valor de dicha declinación se mantenía constante (o con una variación muy pequeña), lo que permitía navegar sin ningún tipo de problema empleando la brújula. En 1492 Cristobal Colón descubrió, navegando por el Atlántico, la línea ágona, que marcaba el cambio de declinación magnética de valores positivos a negativos, lo que fue el principio del fin de la navegación conforme a lo que se había estado haciendo hasta la fecha.
Las escuelas
Los principales productores de este tipo de mapas eran los puertos más activos del Mediterráneo Occidental, por lo que encontramos dos escuelas de cartografía portulana a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento:
Escuela italiana: representada principalmente por la República de Génova y la República de Venecia. Sus mapas se caracterizan por mostrar cierta sobriedad. Son útiles, precisos y en ellos el interior de los continentes es un enorme espacio en blanco (salvo los detalles necesarios para que se puedan guiar los navegantes, como se dijo anteriormente). Ocasionalmente se añaden los estandartes y escudos de los diversos reinos.
Escuela española: representada por la Corona de Aragón y, más concretamente, el Reino de Mallorca. La cartografía mallorquina se caracteriza por la abundancia de elementos geográficos e históricos, llegando a compendiar muy diversa información acerca de la realidad geográfica. Esta escuela conoció su apogeo con la llegada de los Cresque, familia judía mallorquina, y la publicación del Atlas Catalán a finales del Siglo XIV.
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