Respuestas
Respuesta:La mayoría de las definiciones de microrrelato incluyen dos características definitorias: la brevedad y la narratividad. Para que exista un microrrelato, tiene que haber una historia. Se excluyen, pues, otros textos breves como los haikus y poemas cortos, los aforismos y las sentencias.
Respuesta:
Ya se ha insistido bastante en el intento de clasificación de los microrrelatos. De entre esas múltiples clasificaciones, siempre provisorias, nos interesa rescatar una, su índole.
Hay microrrelatos que son un juego: los que hacen pensar, reír, o sonreír, y los que se asemejan a la sonrisa del gato (Anderson Imbert, Enrique. El Gato de Cheshire, Buenos Aires: Losada, 1965). Hay algunos utilísimos y sorprendentes; muchos ligeros, veloces, casi etéreos, aunque en su interior suelen tener algo que los protege frente a los vientos del olvido.
Por otro lado —también en su amplitud más general— están aquellos que tienen entrañas vivas y calientes, sobre todo corazón cuyo palpitar se acompasa al nuestro; desde cuyo cerebro algunas neuronas proyectan rayos sobre las nuestras y las hacen temblar y conmoverse y recordar, ¡qué palabra! ¿Cuánto juegan los recuerdos en los microrrelatos?, ¿cuánto pesa la reflexión existencial en estas mínimas y densas creaciones?
A nuestro juicio, ninguno de los rasgos señalados en los párrafos precedentes, los amerita ni los demerita especialmente; sólo los clasifica.
En este mundo de permanente cambio, y en constante fuga, el microrrelato puede atrapar el tiempo, el espíritu de época, la nuestra y la otra, la que quedó atrás y que la memoria conserva, aparentemente intacta y quieta pero que la fantasía ha ido idealizando y modificando mientras la autorreflexión la adensaba.