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La historia de la escultura es una parte de la historia del arte que estudia la evolución de la escultura, desde sus principios teniendo en cuenta las diferentes culturas del mundo y los períodos históricos que suelen coincidir con los de la propia historia del arte. A lo largo del tiempo, muchas de sus formas y herramientas utilizadas siguen siendo las mismas o similares.[1]
Desde las civilizaciones prehistóricas hasta las actuales, la escultura ha pasado por varias fases funcionales; inicialmente, tenía un uso utilitario y era un método para representar ritos mágicos o religiosos. En ciertos momentos de la historia, debido a la aparición en algunas religiones del aniconismo —por ejemplo, en el cristianismo ortodoxo y en el islam—, la práctica de la escultura se reduce a la realización de adornos sin ninguna representación de imágenes. El rechazo de Moisés del culto al becerro de oro, que cita la Biblia, fue seguramente un acontecimiento decisivo en una parte de la historia de la escultura, ya que promovió la práctica según la cual había que evitar la existencia de imágenes sagradas o de personas religiosamente relevantes, así, permaneció restringido entre los judíos y en las religiones que han derivado. Iniciativas como ésta surgieron también en los inicios del cristianismo y del budismo, sin embargo y con el paso del tiempo, en ambas religiones se revirtió esta tendencia y la escultura alcanzó una gran relevancia, sobre todo en el budismo. Sin embargo, algunos sectores se sigue practicando la iconoclastia, como lo demuestra la destrucción de los Budas de Bāmiyānpor parte de los talibanes en 2001.[2]
Los escultores medievales y renacentistas trabajaban en colaboración con otros artesanos y solían tener grandes talleres, en estos locales podían trabajar muchos ayudantes y oficiales, y el maestro escultor era el encargado de la finalización de las obras. Por otra parte, detrás del arte han existido grandes mecenas, el patronazgo de los cuales, en algunos casos, se prolongaba durante toda su vida. Más recientemente, a partir del siglo XIX, los escultores dependen normalmente de las galerías de arte públicas y privadas donde se exponen las obras de cara a su venta, ya que los encargos para proyectos civiles son relativamente poco habituales.
La representación de la figura humana ha sido uno de los temas principales hasta el siglo XX.[3] Con la aparición de nuevos materiales artificiales y herramientas mecanizadas, así como con el desarrollo de los medios de comunicación, la evolución de los estilos se aceleró y, por tanto, diversificó. Los comienzos del arte experimental que dio lugar a la abstracción llegó a ser una práctica escultórica dominante durante al menos cincuenta años, después de que la tradición figurativa se impuso durante siglos. La tradición escultórica fue cuestionada tanto en el contexto mercantil como en el diseño industrial, el cambio que ocasionó tanto a nivel social como a nivel político y filosófico en el período vivido entre las dos guerras mundiales permitió que el arte abstracto, a partir de 1945, se concentrara en la expresión de las cualidades físicas de los materiales y en la búsqueda de la sensación visual.[4]