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La huelga general de noviembre de 1922 en la ciudad de Guayaquil, Ecuador, fue una huelga general convocada dentro de las manifestaciones iniciadas los primeros días de noviembre. La huelga tuvo un relativamente rápido seguimiento de otras organizaciones de trabajadores de la ciudad pese a su aparente improvisación. La huelga toma la ciudad el 13 de noviembre y acabó en una masacre el 15 de noviembre del mismo año.
Estos sucesos tendrían diferentes versiones puestas en discusión la dificultad de tener registros fidedignos de lo dicho y motivos ideológicos. El movimiento sindical ecuatoriano consideró el 15 de noviembre como fecha conmemorativa.
El día 15 se realizaron dos masivos mítines de huelguistas, en diferentes puntos de la ciudad, se exigía, además, la libertad de sus compañeros detenidos en Durán. El reingreso de la fuerza pública al centro de la ciudad al mando del Gral. Enrique Barriga, Jefe de Zona de Guayaquil, tenía como consigna detener el levantamiento a cualquier precio. Elías Muñoz en el libro El 15 de noviembre de 1922. Su importancia histórica y sus proyecciones, publicado en 1978, estimó que 30.000 personas asistieron a la manifestación convocada por la Gran Asamblea de Trabajadores de Empleados de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica; cantidad que desde entonces suele usarse para hablar de estos acontecimientos.
De pronto, luego de escuchar las arengas de los sindicalistas, grupos de manifestantes entre los que se habían mezclado delincuentes y militantes inspirados por las noticias de la Revolución rusa intentaron desarmar a las fuerzas policiales, apostadas por precaución en diversos lugares de la ciudad.
Vinieron luego las incitaciones para asaltar los almacenes y en la Avenida 9 de Octubre se inició, según unas versiones, un desenfrenado saqueo que obligó a la policía a realizar disparos al aire, primero, y luego al cuerpo de los asaltantes. Según otra versión los disparos se ordenaron porque la marcha sindical no cedía.
El poeta e historiador Alejo Capelo, testigo de los hechos y simpatizante de la huelga,aseveró que personas de clase social alta se unieron a los militares y dispararon contra los huelguistas desde sus casas. Luego de perpetrada la masacre, según relató Capelo, las mismas personas de clase alta aplaudieron a los militares mientras recorrían las calles aún ensangrentadas.