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Respuesta:
1. Respetar a la persona humana.
Los cimientos del pensamiento social católico son el adecuado entendimiento y valor de la persona humana. En palabras del Papa Juan Pablo II, los cimientos de la enseñanza social católica son "la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque «el hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma».
2. Promover la familia
La persona humana no es simplemente un individuo, sino que también es miembro de una comunidad. Si no reconocemos el aspecto comunitario caemos en un individualismo radical. Un entendimiento íntegro de la persona considera los aspectos sociales del individuo. La primera consideración social, en orden e importancia, es la familia, la cual es la unidad básica de la sociedad y es anterior y en cierto sentido supera a las demás sociedades en una comunidad.
3. Proteger los derechos patrimoniales
La propiedad privada también ayuda a garantizar la libertad humana. La capacidad de una persona de actuar libremente se ve sumamente obstaculizada si no se le permite ser dueño de algo. En efecto, sin posesiones de ningún tipo, una persona puede quedar reducida a un tipo de esclavitud en la que la mano de obra no se retribuye y en la que si hablara en contra del ejercicio del poder del estado quería expuesta a una enorme situación de riesgo.
4. Trabajar para el bien común.
Este bien es común porque sólo juntos como comunidad, y no simplemente como individuos aislados, es posible que disfrutemos, alcancemos y propaguemos este bien. Todas las personas están obligadas a trabajar en pos de hacer que el bien común sea una realidad cada vez más importante.
5. Observar el principio de subsidiariedad.
En el pensamiento católico, el gobierno también tiene un rol más positivo que consiste en ayudar a garantizar el bien común. El gobierno tiene que hacerse cargo de muchas funciones necesarias e indispensables, de roles que no pueden cumplir las personas por sí solas ni aún a través de grupos más pequeños en la sociedad. Sin embargo, los estados y los gobiernos muchas veces superan su rol legítimo y violan los derechos de los individuos y grupos de la sociedad para dominarlos más que servirlos. Para combatir esta tendencia, el pensamiento social católico pone énfasis en el principio de subsidiariedad. Los no católicos también han descubierto este principio.
6. Respetar el trabajo y al trabajador.
Dios no sólo crea al hombre, sino que también lo hace trabajar para que les ponga nombre a los animales y cuide el jardín. Es evidente que Dios no le dio a Adán esta tarea porque estaba muy cansado como para terminar el trabajo. Por el contrario, el trabajo humano no sólo participa en el cuidado creativo y providencial de Dios del universo sino que también lo refleja. Incluso antes de la caída, el hombre fue creado para cultivar y mantener el Jardín del Edén, para imitar el trabajo de Dios en la creación a través del trabajo humano. Luego de la caída, el trabajo algunas veces se convierte en una tarea ardua, pero continúa siendo parte de la vocación del hombre que viene de Dios. Un trabajo honesto puede santificarse, ofrecerse a Dios y volverse sagrado a través de las intenciones del trabajador y la excelencia del trabajo realizado.
7. Buscar paz y ocuparse de los pobres.
Paz significa mucho más que la ausencia de un conflicto violento. Paz es "tranquilidad del orden", tomando la frase de San Agustín. La guerra entre las naciones puede ser necesaria algunas veces, pero solamente para restaurar la paz. La Iglesia Católica, desde al menos los tiempos de San Agustín, avaló la "teoría de la guerra justa".
La teoría de la guerra justa es una media entre el pacifismo y el realismo, una media que la mayoría de los estados contemporáneos han adoptado explícitamente y a la que han recurrido. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, los criterios para la guerra justa incluyen los siguientes: que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto; que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces; que se reúnan las condiciones serias de éxito; que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar.
Sin perjuicio de estos interrogantes, el hecho continúa siendo que la paz implica un orden justo de la sociedad. Este orden justo de la sociedad también incluye una preocupación por los pobres. Para alcanzar el orden justo de la sociedad no sólo se requieren los efectos directos o indirectos de las acciones individuales, sino también políticas sociales prudentes, es decir, políticas sociales que deben tener en cuenta el efecto probable en los pobres.
Sin embargo, en el corazón de la doctrina social de la Iglesia hay algo simple y noble: un esfuerzo por hacer que las acciones y palabras de Jesús sean reales también en nuestros días con el objeto de transformar y elevar la vida social en todas las personas a luz del Evangelio.
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Promover la familia
La primera consideración social, en orden e importancia, es la familia, la cual es la unidad básica de la sociedad y es anterior y en cierto sentido supera a las demás sociedades en una comunidad.
Proteger los derechos patrimoniales
La propiedad privada también ayuda a garantizar la libertad humana. El gobierno tiene que hacerse cargo de muchas funciones necesarias e indispensables, de roles que no pueden cumplir las personas por sí solas ni aún a través de grupos más pequeños en la sociedad. Sin embargo, los estados y los gobiernos muchas veces superan su rol legítimo y violan los derechos de los individuos y grupos de la sociedad para dominarlos más que servirlos. Para combatir esta tendencia, el pensamiento social católico pone énfasis en el principio de subsidiariedad.
Dios no sólo crea al hombre, sino que también lo hace trabajar para que les ponga nombre a los animales y cuide el jardín. Es evidente que Dios no le dio a Adán esta tarea porque estaba muy cansado como para terminar el trabajo. Por el contrario, el trabajo humano no sólo participa en el cuidado creativo y providencial de Dios del universo sino que también lo refleja. Incluso antes de la caída, el hombre fue creado para cultivar y mantener el Jardín del Edén, para imitar el trabajo de Dios en la creación a través del trabajo humano.
Luego de la caída, el trabajo algunas veces se convierte en una tarea ardua, pero continúa siendo parte de la vocación del hombre que viene de Dios. Un trabajo honesto puede santificarse, ofrecerse a Dios y volverse sagrado a través de las intenciones del trabajador y la excelencia del trabajo realizado. La guerra entre las naciones puede ser necesaria algunas veces, pero solamente para restaurar la paz. La Iglesia Católica, desde al menos los tiempos de San Agustín, avaló la "teoría de la guerra justa".
La teoría de la guerra justa es una media entre el pacifismo y el realismo, una media que la mayoría de los estados contemporáneos han adoptado explícitamente y a la que han recurrido. Sin perjuicio de estos interrogantes, el hecho continúa siendo que la paz implica un orden justo de la sociedad. Este orden justo de la sociedad también incluye una preocupación por los pobres. Para alcanzar el orden justo de la sociedad no sólo se requieren los efectos directos o indirectos de las acciones individuales, sino también políticas sociales prudentes, es decir, políticas sociales que deben tener en cuenta el efecto probable en los pobres.
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