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Julio de 1955. Ginebra concentra buena parte de la atención mediática mundial ante la celebración de una conferencia convocada por Naciones Unidas y que promete cambiar el mundo bajo el lema “Átomos para la paz”. Cubriendo el evento se encuentra un joven periodista español, Manuel Calvo Hernando, que prepara su trabajo leyendo la extensa documentación que la organización le ha entregado. Poco a poco se sumerge en un mundo de átomos, partículas, energía, ingeniería… sintiendo tal fascinación que el alba le sorprende enfrascado aún en la lectura. Aquella noche de insomnio junto al lago Leman nació el periodismo científico español.
Manuel Calvo trabajaba para el diario Ya, y a pesar de que en aquella época nuestro país miraba más bien poco al exterior no le costó mucho convencer a su director de la importancia del evento, que el tiempo ha avalado ampliamente. Por supuesto, había antecedentes de la existencia de un incipiente periodismo científico, tanto en la prensa diaria de los años 20 como en revistas divulgativas, de las que era decana Iberia, fundada en 1920, pero deshilvanados de origen y definitivamente rotos por la guerra incivil. Manuel Calvo retomó el hilo al decidir, tras aquella experiencia, dedicarse a cubrir noticias científicas. Y, lo que es más importante, a su estela fueron surgiendo otros nombres: Octavio Ron-cero, Luis Miratvilles, Alberto Miguel Arruti, José Manuel González Torga, Alfonso García Pérez, Manuel Toharia, José María Fernández-Rúa, Malén Ruiz de Elvira y muchos otros, que iniciaron un camino que a lo largo de los últimos cincuenta años han hollado un centenar largo de profesionales de la información.
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Julio de 1955. Ginebra concentra buena parte de la atención mediática mundial ante la celebración de una conferencia convocada por Naciones Unidas y que promete cambiar el mundo bajo el lema “Átomos para la paz”. Cubriendo el evento se encuentra un joven periodista español, Manuel Calvo Hernando, que prepara su trabajo leyendo la extensa documentación que la organización le ha entregado. Poco a poco se sumerge en un mundo de átomos, partículas, energía, ingeniería… sintiendo tal fascinación que el alba le sorprende enfrascado aún en la lectura. Aquella noche de insomnio junto al lago Leman nació el periodismo científico español.
Manuel Calvo trabajaba para el diario Ya, y a pesar de que en aquella época nuestro país miraba más bien poco al exterior no le costó mucho convencer a su director de la importancia del evento, que el tiempo ha avalado ampliamente. Por supuesto, había antecedentes de la existencia de un incipiente periodismo científico, tanto en la prensa diaria de los años 20 como en revistas divulgativas, de las que era decana Iberia, fundada en 1920, pero deshilvanados de origen y definitivamente rotos por la guerra incivil. Manuel Calvo retomó el hilo al decidir, tras aquella experiencia, dedicarse a cubrir noticias científicas. Y, lo que es más importante, a su estela fueron surgiendo otros nombres: Octavio Ron-cero, Luis Miratvilles, Alberto Miguel Arruti, José Manuel González Torga, Alfonso García Pérez, Manuel Toharia, José María Fernández-Rúa, Malén Ruiz de Elvira y muchos otros, que iniciaron un camino que a lo largo de los últimos cincuenta años han hollado un centenar largo de profesionales de la información.
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