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Explicación:1. La agresividad como herencia
¿Tienes un amigo pendenciero?, ¿eres alguien que fácilmente se sale de sus casillas y recurre a la violencia? Esas reacciones pueden tener un componente genético.
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En su libro, "El ADN dictador", Pita explica el papel que cumplen los genes en nuestro comportamiento y decisiones. Foto: Carlos Givaja.
"El comportamiento tiene una base genética. Eso no es evidente y costó mucho reconocerlo, pero ahora lo tenemos bastante claro", afirma Miguel Pita, investigador y profesor de genética en la Universidad Autónoma de Madrid, en conversación con BBC Mundo.
"Con respecto a la agresividad, se sabe que hay individuos que por las variantes que tienen en sus genes nacen con un comportamiento que podría ser más proclive a ser agresivos que otros", agrega Pita, autor del libro "El ADN dictador" y quien es uno de los ponentes del Hay Festival de Querétaro, que se celebra en esa ciudad mexicana hasta el 9 de septiembre.
El experto advierte que eso no quiere decir que la genética haga a nadie más violento, sino que podría tener por naturaleza un poco más de dificultades para reprimirse que otras personas, aunque es luego en su ambiente cuando se desarrolla plenamente y se vuelve una persona más o menos agresiva.
"Ni siquiera la genética más agresiva te obliga a serlo en tu vida", apunta.
Pita destaca que tanto la agresividad como la disposición a la cooperación son tendencias para las cuales tenemos una determinada base genética que modelamos a lo largo de nuestras vidas.
2. Comportamiento sexual
Más allá de las evidentes diferencias biológicas entre hombres y mujeres, ambos tienden a tener comportamientos distintos influenciados por la genética.
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Aunque hay variaciones de persona a persona, en general, hombres y mujeres tienen comportamientos distintos cuando se relacionan con potenciales parejas.
"Al igual que otros animales, hombres y mujeres tenemos dentro una genética que nos hace generalmente buscar objetivos distintos para la reproducción que, al final, ven su reflejo en el comportamiento de pareja", señala Pita.
"Las hembras de otras especies animales tienden a un comportamiento más cauto porque deben elegir mejor su pareja debido a que luego van a tener que sufrir el embarazo y la crianza. Y los machos, que simplemente aportan media célula, tienden a mostrar un comportamiento menos comprometido", indica.
Explica, sin embargo, que en la especie humana no se ha quedado allí y que sus comportamientos se han vuelto mucho más complejos.
"Hemos logrado domesticar esos instintos porque necesitamos la implicación de ambos miembros de la familia para sacar adelante a la cría. Nuestras crías necesitan una vigilancia bastante mayor que otras especies animales porque, por ejemplo, no las podemos dejarlas solas a los cinco años. El periodo que necesitan para desarrollar una cierta madurez es de, mínimo, 10 años", destaca.
"Eso ha hecho que nuestra biología haya sufrido una presión selectiva para modificarse. Entonces, hay una pregunta permanente en el mundo biológico: ¿somos monógamos o polígamos? La respuesta podría ser que venimos de una especie que no era monógama, pero que está sufriendo una transición hacia la monogamia. Hablo desde el punto de vista biológico. Desde una perspectiva social, en los países occidentales esa transición ya se ha hecho", añade.
3. La afición por el azúcar y la sal
"Una tarta en una vidriera es una trampa a nuestra biología", dice Miguel Pita al explicar cómo la genética determina nuestra preferencia por consumir productos que tengan glucosa.
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El cerebro humano desarrolló su preferencia por alimentos con azúcar en una época en la que era difícil obtener la glucosa que necesitaba el cuerpo. Ahora, en cambio, hay abundancia de la misma.
Explica que este tipo de azúcar presente en los alimentos es la fuente fundamental a través de la cual nuestras células fabrican energía y permiten que se mantengan vivos todos los sistemas y que podamos movernos, razón por la cual nuestra biología se seleccionó y se adaptó fuertemente para buscar este producto.
El experto indica que lo mismo ocurrió con la sal. "Los individuos buscamos el sabor de la sal porque esta es necesaria para nuestra existencia. Muchos procesos de nuestro cuerpo funcionan con la sal: la regulación de los niveles hídricos se basa en la sal, nuestro cerebro necesita sal para funcionar, nuestros riñones, corazón. El sodio y el cloro que tiene la sal son absolutamente fundamentales para sobrevivir".
Destaca que los elementos químicos que conforman estos productos no tienen sabor, pero que nuestra evolución llevó a nuestro cerebro a sentir placer al consumirlos.