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Cumplimos ya 201 años como nación independiente y casi 101 años de nuestra lucha armada. Ambos acontecimientos son de relevancia para el acontecer nacional no solo por los referentes que introdujeron en el entramado constitucional de nuestro país, sino porque de ellos emanaron paradigmas que sostienen la marcha institucional, aunque éstas, hoy día se han renovado para introducir otras para legitimar el quehacer del Estado.
Alcanzada la independencia hubo inquietud de parte de las colectividades territoriales para constituirse como unidades autónomas e independientes.
Esta tendencia exigida por éstas de separarse de la Colonia y después formase en coaliciones para defenderse contra el poder central, fue lo que las llevó a convertirse en estados autónomos-soberanos y, posteriormente, a unirse para dar vida a la Federación Mexicana.
Este suceso materializó el federalismo como modelo de Estado que hoy día ha cobrado suma vigencia en la realidad nacional, no sólo por el cauce asumido por la Federación y sus instituciones, sino en la forma tan particular en cómo se manifiestan los componentes territoriales en el entramado nacional y el estatus que han recobrado en el proceso de toma de decisiones.
Si bien es cierto que el federalismo impuesto en la Constitución de 1824 adquiere realidad institucional, también es cierto que se renovó con la introducción de múltiples reformas constitucionales y diseños institucionales para seguir manteniendo la República. Esta inicial estructura institucional y estatal resistieron las diversas etapas constitucionales que vivimos desde el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana de 1824, pasando por el acontecer histórico de 1836 y 1843, donde es derogado por otro de carácter centralista-unitario. Poco tiempo pasó para que la República cambiara, pues en 1847 recobra vigencia el federalismo en los mismos términos fundacionales.
En 1857 se mantuvo el federalismo y se reprodujo en la Constitución de 1917. El modelo federal recobrado en este año fue un postulado que no se modificó en la letra, pues sus componentes territoriales, los órganos de gobierno y las competencias asignadas estaban presentes, aunque la dinámica de estas instancias se fue transformado y alejándose de los dictados de Estado para caer en el ámbito de la partidocracia y sus aliados.
Fue así como durante un poco más de las siete décadas de un dominio hegemónico del Partido Revolucionario Institucional más que un federalismo lo que se vivió en la realidad nacional fue un sistema centralista, estrecho y sin margen de maniobra para los estados federados, incluso dejando sin validez al Senado como cámara territorial.
Este centralismo marcado por el PRI invalidó de facto la autonomía política y administrativa de los estados federados y los sumó en el proceso de decisiones como un mecanismo legitimador del régimen de gobierno y un ejercicio de mantenimiento del sistema. Ya en el 2000, con la alternancia política en la Presidencia de la República con un Congreso mayoritariamente minoritario de oposición y más de la mitad de la gubernaturas en manos del PRI, se generaron diversos mecanismos para descentralizar el poder político y económico de la Federación.
De ahí que el modelo federal, así en su estado actual, debe incorporar nuevos mecanismos e insumos que le posibiliten seguir manteniéndose como forma para estructurar el Estado mexicano y como base fundamental para organizar los poderes
eso es lo que encontre espero que les sirva