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Respuesta:Analizar la inteligencia humana es una tarea tan compleja como apasionante. Sólo definirla ha supuesto grandes retos para los investigadores, aunque la mayoría estarían de acuerdo si nos referimos a ella como la capacidad de adaptación al medio. En otras palabras, una persona es inteligente cuando logra manejarse de forma satisfactoria en su entorno.
A lo largo de la evolución de los homínidos, dicha capacidad ha ido desarrollándose en la medida en que estos se agrupaban en comunidades con un mayor número de individuos. Como han demostrado las investigaciones antropológicas, el neocórtex (área cerebral donde podemos localizar la inteligencia), resulta ser mayor en los homínidos que pertenecían a grupos sociales más extensos y que exigían relaciones sociales complejas, como pueden ser alianzas, trabajos cooperativos, actividades competitivas, etc.
Además la inteligencia no es el mero resultado de nuestra herencia genética, sino que, dada su flexibilidad, también está influida por los aprendizajes en la escuela, las enseñanzas de nuestros mayores y la propia experiencia vital.
De las múltiples clasificaciones existentes, nos detenemos en la que realizó el psicólogo estadounidense Robert Sternberg, quien etiquetó tres tipos de inteligencia. En primer lugar la inteligencia analítica, que nos permite hacer planes y llevarlos a cabo, así como adquirir nuevos conocimientos. La inteligencia creativa, por su parte, es capaz de reutilizar elementos de nuestra experiencia en diferentes combinaciones, generando así novedades. Y, por último, la inteligencia práctica, que se refiere al conjunto de habilidades que empleamos para afrontar las situaciones de cada día.
En ese esfuerzo por medir la inteligencia, a principios del siglo XX comenzaron a emplearse test que permitieran identificar a aquellas personas a las que se les podía confiar un arma en un conflicto bélico. Los test de inteligencia son herramientas que exploran diferentes áreas de la capacidad intelectual (razonamiento matemático, orientación espacial?), para ofrecer una puntuación integradora, y probablemente reduccionista, de las aptitudes del sujeto. Esta puntuación es el Coeficiente Intelectual que, en términos generales, aumenta tres puntos cada diez años, debido seguramente a la mejor nutrición, una educación cada vez más generalizada, un entorno progresivamente más complejo (hoy en día los niños tienen acceso a ordenadores, Internet, cine, etc.), y a la creciente movilidad de las personas que permite que nazcan hijos con mayor variabilidad genética.
Tenemos, en resumen, una increíble capacidad, que bien utilizada nos permitirá afrontar cualquier dificultad.
Explicación: