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La ventaja de las audiencias públicas (práctica desinteresada que sólo pretende inflamar hasta el límite el valor humano llamado ego), convertidas en ritual por alcaldes con cursos intensivos en administración de miseria, es que mantienen vigente un ritual tan cierto como el monstruo del Lago Ness o el chupacabras. La ventaja de mantener vigente la contradicción: se hace montaje sobre algo inexistente, en este caso la preocupación del gobierno y los lumpen mismos. En Macondo se ha extinguido la atroz miseria y, sin embargo, los políticos y los falsos menesterosos hacen como si existiera con su adhesión involuntaria. La desventaja de las audiencias públicas (en municipios donde el erotismo de la tranquilidad lo permite, caso Guadalupe) es que terminan convirtiéndose en aterciopelados senderos para una curul, por ese viejo amor por las pasiones improductivas y con alta rentabilidad. La desventaja de no darles continuidad sea que el culto a la personalidad y la demagogia tiendan al deterioro y al desequilibrio emocional y la permanencia de esquemas moralinos pasados de moda.
Desventaja es cuando decidiste encabezar la masiva migración de conciencias y abandonaste la izquierda de la que llegaste a ser incontrovertible figura. Alejamiento no en protesta por el imitable patrón de acumulación de capital izquierdista, sino por el placer que proporciona la pobreza. La desventaja reside en que ello puso fin a la noche macondiana y volvió irreversible la democratización aristocrática y posibilitó el regreso del pasado ilustre.