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Don José Joaquín Fernández de Lizardi es uno de los hombres cuyo saber y escritos hubieran sido el lustre de su patria, si hubiera correspondido a la claridad y prontitud de su talento y a su extraordinaria facilidad de escribir su educación literaria; pero desgraciadamente para su país fue abandonado a sí mismo en los primeros años de su juventud, más que por indolencia, por las escasas facultades de su padre que no le permitieron proporcionarle los mejores maestros, ni ejercer sobre sus ocupaciones y estudios aquella incansable vigilancia que es necesaria a los niños y a los jóvenes, hasta vencer las escabrosidades, aridez y fastidiosa monotonía de la instrucción primaria. Así es que, a pesar de que ya más entrado en edad se dio con suma aplicación —IV→ a la lectura de libros buenos y malos indistintamente, no pudo adquirir aquella instrucción sólida que dan los estudios bien cimentados, seguidos con orden y distribuidos con arreglo, y forma el juicio recto y seguro que caracteriza las producciones de los sabios, resintiéndose de esta falta todos sus escritos, y de otra no menos importante cual es la de corrección y lima de lo que escribía, a la que nunca pudo sujetarse, según él mismo confiesa al fin del último capítulo del Periquillo, cuyas palabras dan bien a conocer su carácter. Yo mismo (dice) me avergüenzo de ver impresos errores que no advertí al tiempo de escribirlos. La facilidad con que escribo no prueba acierto. Escribo mil veces en medio de la distracción de mi familia y de mis amigos; pero esto no justifica mis errores, pues debía escribir con sosiego, y sujetar mis escritos a la lima, o no escribir, siguiendo el ejemplo de Virgilio o el consejo de Horacio; pero después que he escrito de este modo, y después de que conozco por mi natural inclinación que no tengo paciencia para leer mucho, para escribir, borrar, enmendar, ni consultar despacio mis escritos, confieso que no hago como debo, y creo firmemente que me disculparán los sabios, atribuyendo a calor de mi fantasía la precipitación culpable de mi pluma.
Pero no tratándose en estos apuntes de hacer un juicio crítico de sus obras, nos contraeremos únicamente a los límites que nos propusimos.
Nació nuestro escritor en esta capital el año de 1771 y se bautizó en la parroquia de San Miguel.
Su padre, de familia pobre pero honrada, ejercía la medicina y no era sin duda de los facultativos más acreditados, cuando tuvo que abandonar la ciudad y establecerse en —V→ el pueblo de Tepozotlán de médico de aquel colegio por contrata.
Lo poco que ésta le rendía unido con el producto de sus curaciones en el pueblo y sus contornos, bastaba para la sustentación de su familia, sin carecer de nada de lo preciso; pero sin quedarle sobrantes para emplear en lo superfluo, viviendo en una moderada medianía.
Por esto, y por no haber en el pueblo establecimientos regulares de educación, no pudo darla a su hijo tan esmerada como lo exigía su talento, que desde muy temprano comenzó a despuntar, dando indicios ciertos de que, cultivado, produciría a su tiempo abundantes y sazonados frutos.
A los seis años de edad fue a la escuela, y apenas supo leer y escribir cuando vino a esta capital a la casa del maestro Enríquez, preceptor en ese tiempo de latinidad, en la que lejos de su padre y como abandonado a sí mismo, los adelantos que pudo adquirir fueron debidos a su talento natural, más bien que al empeño del maestro que dividía la atención entre todos sus discípulos, esmerándose con aquellos cuyos padres, viviendo en México, no los dejaban de la mano.
Concluida la gramática latina, pasó al colegio de San Ildefonso a estudiar filosofía, siendo uno de los concurrentes al curso de artes que abrió el doctor don Manuel Sánchez y Gómez, entre cuyos discípulos no fue de los más adelantados, pues no obtuvo los primeros lugares, ni mereció las mejores calificaciones, faltándole de este modo los cimientos para levantar después el edificio de una sólida instrucción, cuya falta no pudo reponer cuando en épocas posteriores se dedicó a la lectura con asidua aplicación.
A los diez y seis años de edad, concluidos los cursos de —VI→ filosofía, recibió en esta universidad el grado de bachiller, y un año después estuvo cursando Teología.
Desde ese tiempo hasta principios de este siglo nada se sabe con certeza de sus ocupaciones ni estudios, y ni aun del lugar fijo de su residencia, aunque frecuentemente y en distintas épocas lo vieron algunos amigos y conocidos suyos en Tepozotlán.
Breve guion de teatro sobre el Periquillo Sarniento:
- PERIQUILLO- ¡Ay de mí! ¿Por qué me ha tocado vivir en un mundo tan cruel? Siempre lo mismo: día tras día, año tras año… Ni siquiera en mis sueños puedo encontrar un poco de paz. Todo el mundo me rechaza, todo el mundo me o-dia…
- SARNIENTO- Pero, Periquillo, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué estás tan triste?
- PERIQUILLO- Pues porque soy un periquillo sarniento, un pájaro dañado. Siempre he sido diferente, y por eso todos me rechazan.
- SARNIENTO- No te preocupes, Periquillo. Yo te quiero, y sé que algún día encontrarás tu lugar en este mundo.
¿Qué es el guion teatral?
Un guion teatral es una pieza de literatura que contiene las palabras que se dicen y las acciones que se llevan a cabo durante una obra de teatro.
Conoce más sobre el Guion Teatral en:
https://brainly.lat/tarea/14357932
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