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Érase una vez una cometa que voló tan alto, tan alto, que llegó hasta el mismo sol, y el Sol, que se encontraba aburrido como siempre - ¡es que resulta de lo más soso estar sólo en el cielo viendo eternamente girar y girar a los planetas en torno de uno como se de un tiovivo se tratara!- entreabrió un ojo porque se había medio adormilado, y contemplo a la insignificante cometa meciéndose delante de él como una mota de polvo, ¿qué digo una mota de polvo?, ¡menos todavía de una mota de polvo!
- ¿Quién eres tú?- preguntó con perplejidad yua que nunca, en sus cuatro mil años de existencia, se le había acercado algo tan diminuto y singular.
- Soy una cometa – Replicó ella muy satisfecha de su condición.
- ¿Una cometa?... Tú no eres una cometa, yo conozco muy bien a los cometas, parecen estrellas fugaces y son luminosos, tú eres muy rar y además no brillas… O sea, no eres un cometa.
- ¡Claro que no soy un cometa! – se enfadó ella- , lo que soy es una cometa, que es algo muy diferente.
El Sol se quedo pensativo…
- ¿Será que me vuelto viejo y empiezo a confundirme?, veamos, veamos ¿de dónde vienes cometa?
La cometa, ligera y construida con papeles de alegre colorido, y con una cola muy larga que flotaba grandiosamente escoltándola, chilló:
- Vengo de la Tierra.
- ¿La Tierra’… ¡Ah, sí, el tercer planeta!... ¡Es tan insignificante!...
A la cometa escuchar aquello le sentó bastante mal, porque para ella la Tierra no era insignificante.
- Yo nací en la Tierra y es grande y hermosa.
El Sol la contempló con superioridad. Yo voy a demostrarte que en el Universo existen muchos planetas, algunos más grandes y hermosos que tu Tierra.
El Sol metió la mano en su bolsillo y sacó un gran cohete espacial.
- Mira cometa, voy a prestarte este juguete para que puedas ver que donde tú vives no es más que una pequeñísima parte de todo un mundo de planetas, cometas, meteoritos, satélites, etc.
La cometa no lo pensó dos veces, y ató su gran cola a la ventanilla del cohete y salió disparada rumbo a nuevos planetas.
Estuvo en Mercurio, rojo como un tomate, donde pasó mucho calor, también en Venus muy parecido a la Tierra y en el que se respiraba mucho amor, quizás por su nombre…, vio de lejos su añorada Tierra, visitó Martes y observo su color rojizo y sus ríos, en el gran Júpiter, paró a descansar y en Saturno recorrió su gran anillo, a Urano, Neptuno y Plutón casi no llegó, ya que empezó hacer mucho frío y se había alejado mucho del sol.
Cuando la ventana había visitado todos los planetas atada a la ventana del cohete, regreso junto al Sol.
- Que tal cometa… ¿no es cierto todo lo que te aventure sobre el resto de planetas? Pregunto el Sol.
- Es cierto, hay muchas cosas en el universo muy extrañas y hermosas… Pero, pero…
- Suéltalo cometa. Replicó el Sol.
- Pero en la Tierra, hay niños y niñas que sonríen y juegan al verme, que me cuidan y me protegen cuando hay viento, y que seguro andarán muy preocupados por mi desaparición, así que lo siento Señor Sol, mis amigos me esperan!!
Y colorín colorete la cometa partió a la Tierra montada en un cohete.
- ¿Quién eres tú?- preguntó con perplejidad yua que nunca, en sus cuatro mil años de existencia, se le había acercado algo tan diminuto y singular.
- Soy una cometa – Replicó ella muy satisfecha de su condición.
- ¿Una cometa?... Tú no eres una cometa, yo conozco muy bien a los cometas, parecen estrellas fugaces y son luminosos, tú eres muy rar y además no brillas… O sea, no eres un cometa.
- ¡Claro que no soy un cometa! – se enfadó ella- , lo que soy es una cometa, que es algo muy diferente.
El Sol se quedo pensativo…
- ¿Será que me vuelto viejo y empiezo a confundirme?, veamos, veamos ¿de dónde vienes cometa?
La cometa, ligera y construida con papeles de alegre colorido, y con una cola muy larga que flotaba grandiosamente escoltándola, chilló:
- Vengo de la Tierra.
- ¿La Tierra’… ¡Ah, sí, el tercer planeta!... ¡Es tan insignificante!...
A la cometa escuchar aquello le sentó bastante mal, porque para ella la Tierra no era insignificante.
- Yo nací en la Tierra y es grande y hermosa.
El Sol la contempló con superioridad. Yo voy a demostrarte que en el Universo existen muchos planetas, algunos más grandes y hermosos que tu Tierra.
El Sol metió la mano en su bolsillo y sacó un gran cohete espacial.
- Mira cometa, voy a prestarte este juguete para que puedas ver que donde tú vives no es más que una pequeñísima parte de todo un mundo de planetas, cometas, meteoritos, satélites, etc.
La cometa no lo pensó dos veces, y ató su gran cola a la ventanilla del cohete y salió disparada rumbo a nuevos planetas.
Estuvo en Mercurio, rojo como un tomate, donde pasó mucho calor, también en Venus muy parecido a la Tierra y en el que se respiraba mucho amor, quizás por su nombre…, vio de lejos su añorada Tierra, visitó Martes y observo su color rojizo y sus ríos, en el gran Júpiter, paró a descansar y en Saturno recorrió su gran anillo, a Urano, Neptuno y Plutón casi no llegó, ya que empezó hacer mucho frío y se había alejado mucho del sol.
Cuando la ventana había visitado todos los planetas atada a la ventana del cohete, regreso junto al Sol.
- Que tal cometa… ¿no es cierto todo lo que te aventure sobre el resto de planetas? Pregunto el Sol.
- Es cierto, hay muchas cosas en el universo muy extrañas y hermosas… Pero, pero…
- Suéltalo cometa. Replicó el Sol.
- Pero en la Tierra, hay niños y niñas que sonríen y juegan al verme, que me cuidan y me protegen cuando hay viento, y que seguro andarán muy preocupados por mi desaparición, así que lo siento Señor Sol, mis amigos me esperan!!
Y colorín colorete la cometa partió a la Tierra montada en un cohete.
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