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Consideradas hasta hace poco un mito marino, fruto de la imaginación de las gentes de mar, la existencia de imprevistas olas gigantes -también conocidas como “golpes de mar”- se ha podido constatar gracias a los avances científico-tecnológicos. Boyas, radares y satélites no sólo han constatado que existen, sino que además se producen con más frecuencia de lo que se pensaba.
Estas olas pueden ser muy destructivas y producir trágicos accidentes marítimos. Su altura puede llegar a alcanzar los 30 metros, pero el peligro, más que su tamaño, es que suelen presentarse por sorpresa como muros de agua entre olas más bajas. Un investigador de la Universidad de Alcalá, José Carlos Nieto, en colaboración con el centro público de investigación alemán GKSS, ha desarrollado un programa que las detecta, permitiendo conocer su evolución en el espacio y en el tiempo.
Existen otros sistemas que detectan estas olas anómalas, como las boyas de oleaje, pero la información que aportan no es tan completa. Las boyas miden la elevación de las olas en un solo punto del mar, por lo que no ofrecen la dimensión espacial. Este software, que ya comercializa una spin-off del GKSS, detecta en la imagen del radar el campo de oleaje.
La imagen de la superficie del mar que se forma en la pantalla de un radar es el resultado de diferentes mecanismos de interacción entre la energía electromagnética emitida por el radar y la superficie del mar. Esas señales que el aparato puede medir no dependen de la altura de la ola, sino de su inclinación, del viento, etc. La herramienta desarrollada por Nieto, profesor del departamento de Teoría de la Señal de la Universidad de Alcalá, traduce la imagen del radar en valores de elevación del oleaje en metros.
El programa utiliza un modelo matemático para describir los diferentes mecanismos de formación de la imagen radar y otro para la determinación espacial y temporal del oleaje.
La imagen de la izquierda corresponde a un radar, mientras que la de la derecha corresponde al software diseñado por Nieto. En ella se pueden apreciar, gracias a un código de colores, olas más altas que se propagan agrupadas. Este fenómeno, llamado agrupamiento del oleaje, afecta a diversas estructuras marinas: diques, barcos, plataformas...
La herramienta permite, por tanto, prepararse para un “golpe de mar”, minimizando sus efectos, pero también tiene otras posibles aplicaciones. Por ejemplo, en caso de mareas negras u otros vertidos contaminantes, la adecuada y correcta información que este programa proporciona de las olas y de las corrientes permitirían hacer una predicción de la trayectoria de los contaminante
Precisamente es en esta utilidad en la que la que trabaja actualmente con más profundidad el Grupo de Tecnologías de Alta Frecuencia de la Universidad de Alcalá, del que Nieto es miembro, junto con otros físicos e ingenieros de telecomunicaciones del departamento de Teoría de la Señal de la UAH.