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Respuesta:Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser millonario? (Slumdog Millionaire, Estados Unidos, Gran Bretaña, India/2008). Dirección: Danny Boyle y Loveleen Tandan (co-director). Con Dev Patel, Anil Kapoor, Saurabh Shukla y Rajendranath Zutshi. Guión: Simon Beaufoy, basado en la novela de Vikas Swarup. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: A.R. Rahman. Edición: Chris Dickens. Diseño de producción: Distribuidora: Distribution Company. Duración: 120 minutos.
Más allá de que finalmente gane o no los principales premios Oscar (casi seguro lo hará), Slumdog Millionaire: ¿Quién quiere ser millonario? es el tipo de películas que suelen distanciar y hasta enemistar a críticos y cinéfilos con el resto de los mortales. En mi caso, me tiene sin cuidado si la película es "eficaz", "divertida" o "entretenida", si sus rubros técnicos son más o menos logrados o si los intérpretes indios son una verdadera revelación porque lo que a mí me molesta de este cine for export, demagógico, pintoresquista y calculado es su razón de ser, su espíritu, su ideología, su alma (vendida al Diablo).
Slumdog Millionaire es, desde mi perspectiva, una sumatoria de los peores males del cine del Primer Mundo cuando intenta retratar al Tercer Mundo: paternalista, explotador, sórdido, culpógeno, miserabilista y, finalmente, como por arte de magia, tranquilizador.
Sin develar nada del argumento (una historia de amor que gira en torno de la participación de un muchacho de 18 años de clase baja en el popular programa de TV de preguntas y respuestas ¿Quién quiere ser millonario?), voy a hacer una simple descripción de algunas de las situaciones a las que Danny Boyle y el guionista Simon Beaufoy someten a sus personajes (y al espectador):
-El protagonista es torturado por la policía, entre otras cosas con picana eléctrica.
-Boyle nos regala un videoclip a-la-MTV sobre la miseria, el hacinamiento, la basura, el ruido y el caos de una ciudad de 19 millones de habitantes como Bombai.
-Un chico se sumerge (literalmente) en excremento para ver a su estrella de cine favorita y pedirle un autógrafo.
-Un niño ve cómo su madre es asesinada en una matanza étnica contra musulmanes. Boyle no ahorra imágenes de personas que son quemadas vivas.
-Unos mafiosos prostituyen a niñas, queman un ojo a cada niño para que puedan mendigar con mayores réditos (y cargando bebés, claro) y obligan a otros a revolver basura, entre un amplio abanico de abusos y explotaciones.
-El director no se priva de filmar una larga secuencia en el Taj Mahal (muy bellamente fotografiado, por cierto) con unos cuantos diálogos que que nos permiten conocer las leyendas del lugar.
-Después de tantos excesos y vejaciones, nos regalan una secuencia final de títulos con todo el elenco bailando al mejor estilo Bollywood.
Hay mucho más (enfrentamientos entre bandas de gángsters, imágenes de los fuertes cambios arquitectónicos de Bombai, con las villas miserias siendo reemplazadas por decenas, cientos de rascacielos), pero lo cierto es que -aún cuando hay secuencias logradas que son trabajadas con humor, encanto o suspenso- este film de Boyle, con su intento de glamourizar y estetizar la pobreza, deja en la comparación a las brasileñas Ciudad de Dios o Tropa de elite con sus favelas y mercenarios como ejemplos de austeridad y de buen gusto.
Puedo entender que un segmento importante del público soslaye cualquier mirada ideológica y se quede con la superficie complaciente de la historia, pero no alcanzo a comprender por qué una mediocre película como esta se convirtió -más allá de la moda de Bollywood- en la película del año. Se aceptan otras opiniones de los lectores. A mí, de todas maneras, no me cuenten para los
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