Respuestas
Respuesta:
Colón no se proponía viajar al Oriente por el Poniente sino apoderarse de las tierras
situadas al sur de las que habían hallado los vikingos:
Explicación:
las islas adyacentes con el paraíso se basa menos en las
ideas del Almirante sobre la forma del planeta2
que en su descripción de las tierras que descubrió. Es una arboleda de maravilla, las islas son verdes, las hierbas crecen como en Andalucía
en abril. Es tal el cantar de los pajaritos que el hombre jamás querría partir de aquí.
Respuesta:
Explicación:
Debemos considerar a los pueblos como contemplamos el mar: no en el detalle de
sus olas, sino en el conjunto de su grandeza. Los paisajes cambian según la extensión
que abarcamos, y un todo no es una simple superposición de fragmentos. Hay un
poder oculto que transforma los componentes de las acumulaciones enormes, hay
algo misterioso que juega con las realidades: una gota de agua es blanca y el
Océano es azul.
Este libro tendrá que parecer inexacto y paradójico si lo juzgamos desde el punto
de vista especial de cada república sudamericana o si lo leemos sin salir de la
atmósfera de las preocupaciones locales, porque no puede ser copia de cada
partícula del territorio ni reflejo del espíritu que predomina en cada ciudad. Una
síntesis aplicable a todos no coincide jamás con cada una de las unidades que la
inspiran. Pero abarquemos el conjunto, rompamos nuestras limitaciones y tratemos
de saltar por encima de los prejuicios. Al ponernos de pie en medio de la raza,
surgirá la visión de los verdaderos horizontes.
Las cosas más ínfimas, cuando las miramos de muy cerca, parecen superiores a
las grandes. Un guijarro colocado a la altura de los ojos nos impide ver una montaña.
Sólo libre del peso de sus engranajes accesorios logra ascender el hombre hasta las
cúspides. Derribemos los muros inmediatos y resplandecerá la verdad. Nuestra
patria superior es la América latina, nuestra nacionalidad final es el conjunto de
hábitos, recuerdos y preferencias que arrancan de un origen común, obedecen a
iguales concepciones y se articulan en el mismo idioma. Lo que no parece traducir en
detalle los rasgos de cada comarca, da un bosquejo en relieve de todas ellas. Poco
importa que aquí o allá tenga que parecer la frase parcial o pesimista. En tan vasta
zona los altibajos son múltiples. Lo que es síntoma característico eh un país, se
esfuma en otro hasta perderse. Lo que aquí clama, allá murmura. Pero en bloque,
con la fidelidad que permite un conjunto de veinte millones de kilómetros
cuadrados habitado por más de sesenta millones de hombres, este libro se aplica
a toda la América hispana.
Los que han visto alguna vez una ciudad desde una altura, saben que lo que
monopoliza la atención cuando andamos por las calles es lo que desaparece
primero. Las fachadas, las vitrinas, los coches y los transeúntes se desvanecen en la
atmósfera. Los baches se equilibran. Las proporciones se alteran. El color muere. Y
solo se ve una mancha gris sobre la cual surgen los campanarios y las torres,
dominando las grietas bruscas de las calles. Se han perdido los arabescos. Se ha
roto el microscopio que nos permitía observar los detalles del hormiguero humano.
Se ha tendido entre la Babel y el hombre una cortina espesa de tul. Sin embargo,
aunque parezca paradoja, vemos mejor. Antes sólo abarcábamos una encrucijada o
una avenida. Ahora lo medimos todo: los barrios opulentos con sus bulevares anchos
y sus jardines rectangulares; la city con sus edificios enormes; las afueras con
sus quintas y sus arroyos, y los arrabales con su solemne obscuridad bajo el humo
asfixiante de las fábricas. Nos hallamos muy lejos, muy lejos, pero nos parece tener la
enorme metrópoli en la mano. Sus bulevares, sus demarcaciones, su importancia,
todo lo que a ras de tierra apreciábamos sucesivamente con ayuda de un
escalonamiento de visiones, aparece de pronto a nuestra vista, en el relámpago de
una síntesis. La distancia que nos aleja parece ponernos en contacto con todas las
fibras de la agrupación.