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pues lea
maneció con los labios cuarteados y adoloridos, y un ardor atroz en la garganta. Le costó moverse, apretujado como estaba bajo las latas de zinc y la lámina de icopor que cubrían el agujero en el que permanecía oculto.
Le dolía respirar. Le lastimaba incluso la posibilidad de arrastrarse fuera del agujero. Se imaginó haciéndolo y no logró concebirlo. Se sentía en el límite de sus fuerzas. “Hoy se acabará”, pensó.
Cumplía ya el segundo día de inmovilidad, pero los foráneos continuaban rondando. Uno de ellos incluso había pisado la lámina de zinc que lo cubría, pero evitó seguir avanzando debido a la fragilidad del metal y al estruendo que causó en ese paraje a merced del viento. Ninguno de los súbitos visitantes buscaba ni el metal ni la basura que rodeaba el lugar. Por eso siguieron de largo. Y sin embargo, aún no se iban de la zona.
y espero que te ayude