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EL carbón y el petróleo son dos de las principales fuentes de energía del ser humano. Altamente contaminantes y cada vez más remplazado por energías limpias ha marcado la historia de la humanidad. Los primeros seres vivientes que consiguieron abandonar el mar y se adaptaron a vivir en contacto con el aire fueron algunas algas, de las que posteriormente derivaron plantas más complejas.
Una vez adaptadas al nuevo ambiente, las plantas experimentaron una rapidísima evolución e invadieron todas las tierras emergidas, recubriéndolas de verde y cambiando la faz de nuestro planeta.
El período que conoció el mayor desarrollo de los bosques fue el Carbonífero, así llamado porque en dicha lejana época se formaron los grandes yacimientos de carbón.
Los negros trozos de antracita, que se siguen utilizando actualmente en la calefacción de muchos hogares y en las industrias, poseen, por tanto, una historia de millones de años de antigüedad.
Se formaron a partir de la descomposición de los bosques que hace 300 millones de años cubrían la superficie terrestre. Con el paso del tiempo, los enormes troncos abatidos por la vejez o los vendavales formaron altos estratos de madera, que después fueron sepultados por estratos de barro y arena.
Otros cataclismos provocaron el ulterior hundimiento de dichos depósitos. La madera, al no estar en contacto con el aire, no se pudrió sino que experimentó una profunda transformación debida, en parte, a las acusadas presiones y al calor terrestre.
Lo que ahora queda de los antiguos bosques son los estratos de carbón fósil que se encuentran en el subsuelo. Según la época y condiciones en que se formaron, disponemos de distintas clases de carbón fósil.
Hoy en día el carbón ha perdido la supremacía que ostentaba en el campo de los combustibles y ha cedido su lugar al petróleo, la valiosa substancia que brota de los estratos profundos del suelo.
Para buscar el petróleo se ha llegado hasta el extremo de convertir en habitables los desiertos, de construir enormes plataformas flotantes sobre el mar, y de perforar los estratos rocosos hasta profundidades de más de 5.000 metros, invirtiendo en todo ello enormes sumas.
Sin embargo, éstas se amortizan con creces ya que, una vez alcanzado un yacimiento, brotan constantemente del pozo más y más toneladas de “oro negro” (así se llama al petróleo) que, a través de oleoductos especiales, se traslada a las refinerías o a los petroleros.
El petróleo es más joven que el carbón. Su formación se remonta a un período más reciente de la historia de la Tierra, más o menos a la época de los grandes- dinosaurios. Justamente en la era Mesozoica prosiguieron las ondulaciones y modificaciones de la corteza terrestre.
En varias regiones del globo se acumularon altísimos depósitos de sedimentos marinos y laguneros, y la estratificación de dichos depósitos nos indica que entonces tuvieron lugar muchas elevaciones alternadas de las tierras y los mares.
El más importante período de la era Mesozoica es el Cretácico, cuyo nombre deriva del término craie, con el que en Francia se indica un polvo calcáreo que se formó precisamente en aquellos lejanos tiempos. Es uno de los períodos más largos de la historia de la Tierra: en efecto, se prolongó por milenios de años.
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