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La renovación artística iniciada en los años centrales del siglo XVI, se asienta en la propia evolución de la escultura española, en particular en la figura de Juan de Juni y, principalmente, en las nuevas influencias del arte italiano, propiciadas por la presencia en Italia de algunos escultores y por la llegada de renovados repertorios de estampas y modelos. El manierismo florentino y la tradición expresivista que caracteriza la escultura del segundo tercio del siglo XVI, se empieza a abandonar a partir de los años sesenta. La escultura hispana se adhiere entonces al manierismo romano de carácter más clasista y monumental. Ya en la obra de Juni se advierte este nuevo rumbo en el ordenamiento equilibrado de sus esquemas y a él debemos la incorporación de exitosos modelos como la Piedad o la Asunción. La contribución definitiva a la renovación artística va a nacer de la obra de Gaspar Becerra y de los nuevos repertorios de estampas y grabados. La estancia en Italia del escultor del retablo de Astorga y su colaboración con Volterra y Vasari le permiten conocer de primera mano las obras de Miguel Ángel y su círculo de seguidores, cuya maniera se convierte en la esencia del Romanismo. La influencia poderosa del escultor florentino, interpretado por nuestros mejores escultores en clave monumental e idealista, no impidió a otros artistas italianos dejar su huella en la nueva dirección de la escultura hispana. Giovan Francesco Rustici, Baccio Bandinelli, Jacopo Sansovino, Sebastiano del Piombo o Fontana entre otros, se sumaron a través de sus escultores, pinturas y dibujos, a la influencia de Miguel Ángel para configurar el estilo del último tercio del siglo XVI. Conocemos referencias de posesión por parte de los artistas de estampas de maestros italianos, aunque también se citan a Alberto Durero y otros autores antiguos, Jerónimo Hernández tenía 350 y López de Gámiz dejó a su muerte dos libros de estampas. Fue sin duda la obra de Miguel Angel la más reproducida, tanto a través de grabados, como de dibujos realizados ante sus propias pinturas e imágenes. Conocidos son los dibujos del Juicio Final realizados de mano de Becerra que pasaron a Esteban Jordán y no cabe duda que los Bolduque también los tuvieron, lo mismo que el pintor riojano Pedro Ruiz de Cenzano que al fallecer en 1598, dejaba una "estampa pequeña del Juicio de Miguel Angelo en papel y un juicio del Miguel Angelo yluminado y no acabado". Si el altar de la Sixtina fue amplia mente reproducido para servir de modelo, también lo fueron otras obras como el Cristo de Sopra Minerva, en manos de Francisco Pacheco, o las Sibilas que formaban parte de un libro que poseía Juan Bautista Celma. Es lógico pensar que obras o dibujos como los de Bandinelli, grabados con profusión por su calidad, estuvieron también en poder de nuestros escultores. Que había conciencia de la presencia de unas nuevas formas era evidente, así lo prueban las palabras tantas veces reproducidas de Juan de Arfe en su "De Varia commensuración..." (1585): "Gaspar Becerra... trazo de Italia la manera que ahora está introducida entre las más artífices, que son las figuras compuestas, de más carne que las de Berruguete". Pero no sólo en la imagen se aprecia el cambio, sino también en el marco que la cobija: el retablo.
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