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Respuesta:
Nos arrepentimos más de lo que no hacemos que de las cosas que realizamos. Lo menciono porque nos la pasamos llorando por lo perdido, por el tiempo que se fue, por esa pareja que no conquistamos, por el negocio que se esfumó, por no haber amado a alguien de verdad, por el reto profesional que no emprendimos, en fin...
Se nos hace difícil darle el puesto que se merece a cada cosa que tenemos, a cada detalle que la vida nos regala y a cada persona bonita que llega a nuestro mundo.
Estamos más preocupados por contabilizar todo lo que nos falta, y en ese orden de ideas poco nos importa saborear los tesoros que Dios nos regala con cada amanecer.
Nos hemos acostumbrado a no darle el valor a lo que tenemos en el día a día, al punto de descuidarlo y perderlo.
Cuando dejamos marchar esa parte de nuestra vida, aquella que luego reconocemos que era importante, terminamos sufriendo.
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