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¡Qué irresponsable! Escuchar esto es de lo peor y a nadie le gusta. Casi lo podríamos incluir en la categoría de insulto, porque atenta contra la esencia del ser humano. Nadie quiere ser irresponsable, pero, sin esfuerzo, cuesta serlo.
La libertad significa responsabilidad. Por eso la mayoría de hombres la temen.
George Bernard Shaw
Si se quiere ser responsable de adulto hay que empezar siéndolo de niño. Por eso se insiste cada vez más en las consecuencias que tienen los comportamientos de padres sobreprotectores o de “padres helicóptero”, que sobrevuelan a sus hijos con tal de hacerles la vida fácil. Se adelantan y satisfacen sus necesidades con la excusa de que la vida ya es dura de por sí”, “ya aprenderán”, o “ya tendrán tiempo” de hacerse la cama, de aprender a cocinar, de bañarse solos, de hacer una compra o de vestirse solos.
En el fondo estamos educando a personas débiles mentalmente, sin habilidades, que no arriesgan y que no se sienten capaces. Y la consecuencia es una baja autoestima. No han aprendido a hacerse responsables de sus gustos, sus decisiones, sus actuaciones y sus consecuencias. Los padres siempre van detrás, protegiendo en exceso a sus polluelos (algunos de más de 20 años ¡y de 30!).
La adolescencia es uno de los primeros baches con el que se encuentran los padres. De repente quieren que sus hijos sean responsables y autónomos y son criticados por lo que ellos mismos han forjado. Sí, sin saberlo en muchos casos, pero allí está el germen de la irresponsabilidad y de la inseguridad.
¿Cómo van a aprender a ser responsables si no se les deja serlo? Los valores se adquieren y desarrollan con la práctica, como los abdominales. Cuanto antes comienzan, antes se interiorizan. Si cada vez que hacen algo mal se les justifica de cara a entrenadores y profesores, no asumen consecuencias. Y lo más grave es que, en ocasiones, detrás de la justificación hay una mentira. Así que el modelo que se transmite es de irresponsabilidad por una cara y de la mentira como herramienta por otra. Mal vamos…