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Mis primeras memorias sobre el fenómeno de El Niño y sus impactos se remontan al año 1992, cuando aún vivía en Medellín. Los recuerdos son en parte gratos: en algunas de las principales calles de la ciudad, las bombillas eléctricas fueron reemplazadas por lámparas de aceite que -en un acto casi ritual- eran encendidas cada noche por artistas callejeros.
En esa época y por cerca de 10 meses vivimos en Colombia lo que se conoció como el “apagón” o la “ley de racionamiento de energía y consumo del agua”. Durante este periodo, cada día, el servicio eléctrico era cortado hasta por 9 horas.
La crisis se atribuyó en ese momento a la sequía provocada por un fenómeno del Niño que, aunque no fue catalogado como severo, afectó de manera drástica la capacidad de generación de energía hidroeléctrica del país. Los impactos sobre el desarrollo fueron significativos, entre 5 y 6 mil millones de dólares americanos, lo que equivale al 2 y 2.5% del PIB de la época1.
A inicios de los 90, la causa de los “desastres” aún se asociaba de manera directa al fenómeno. Habían sido lo “inesperado” del evento y su “intensidad” las causas principales del impacto observado. Muy poco se mencionaba sobre la falta de capacidad del país para prever los posibles riesgos y diseñar las estrategias de gestión adecuada y oportuna.
¿Cómo se compara esta situación con lo observado en el caso de El Niño 2014-2016 en Latinoamérica? El fenómeno experimentado en estos dos años es considerado como uno de los de mayor magnitud en las últimas décadas. El PNUD ha monitoreado sus impactos en la región y promovido acciones para el fortalecimiento de las capacidades de los países en reducción de riesgos y recuperación.
Los reportes de este monitoreo reconocen que los países de la región fueron afectados de manera diferenciada. Los principales efectos se relacionan con sequías e inundaciones más intensas y de mayor duración. En Centroamérica, por ejemplo, el Niño intensificó la variación en el régimen de las precipitaciones que viene sufriendo desde el 2001, provocando sequías que afectaron a 3.5 millones de personas. En Asunción, Paraguay, aproximadamente 15,000 familias fueron afectadas por inundaciones y se han mantenido en alojamientos temporales por un periodo de tres meses.
Si bien es cierto que a nivel global se han reportado impactos significativos, en Latinoamérica -en promedio- no han alcanzado las proporciones de eventos anteriores como los del 82, 92 y 98. Con la información de alerta temprana sobre la inminencia del fenómeno de El Niño, varios países de la región formularon estrategias y planes orientados a reducir, responder y recuperarse frente a los posibles impactos. Entre éstos se encuentran Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Colombia, Ecuador y Perú; que asignaron entre el 0.05 y 0.5 % del PBI para el 2014.