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Realismo es un término que, además de utilizarse para denominar ciertos movimientos artísticos reactivos contra el romanticismo en literatura (literatura del realismo) o pintura (pintura del realismo) -ambos originados en la Francia de mediados del siglo XIX y continuados en el naturalismo literario y pictórico posterior-; tiene una dimensión genérica que permite identificar un realismo artístico como una postura estética o de teoría del arte que identifica arte y realidad.
Esta postura se plasma en diversas formas de representar la realidad o naturaleza de una manera imitativa (mimesis), por lo que también se la denomina naturalismo (de forma equívoca con otros usos de naturalismo en el arte)
Como objetivo o pretensión, la postura o perspectiva realista es compartida en rasgos generales por toda clase de arte figurativo; pero también por la literatura, e incluso por la música programática o descriptiva. En las artes plásticas (escultura y de forma especialmente trascendente para la pintura, dadas sus especiales convenciones -la reducción a lo bidimensional-) puede cumplirse con muy distintos grados, desde las fronteras de la abstracción hasta el trampantojo.
Ese enfoque realista del arte se ha dado en muy distintos estilos y épocas históricas a lo largo de la historia de la pintura y la historia de la escultura;4 y en cuanto a su distinto tratamiento en cada una de las escuelas nacionales, ha sido propuesto como una de las características definitorias, a lo largo del tiempo, de la escuela española frente a la escuela italiana y la escuela flamenca.
Frente al arte italiano, creador de perfecciones y bellezas, buscador de la suma en que se unen las notas que un individuo no puede presentar nunca fundidas, idealista, en fin, (...) la estética española exalta el supremo valor del individuo como tal (...) esta es la verdadera raíz de nuestro realismo, palabra equívoca que también se ha empleado para calificar cosas muy distintas. Mas no es el nuestro un realismo objetivo y frío que refleja las cosas del mundo como pudiera reflejarlas un espejo; este sería el realismo de los flamencos primitivos o de los holandeses.
El arte realista puede definirse, en cuanto a su contenido, como el que representa los temas "de acuerdo con reglas seculares y empíricas" de modo que tales temas sean "explicables en términos de causas naturales, sin recurso a intervención sobrenatural o divina"; considerando la existencia de una realidad objetiva en tercera persona, sin embellecimiento o interpretación (como hacen los enfoques idealistas del arte: el idealismo artístico, concepto con el que se contrapone).
Tal aproximación implica inherentemente una creencia de que tal realidad es ontológicamente independiente de los esquemas conceptuales del hombre, de sus prácticas lingüísticas y creencias, y que puede ser conocido (o conocible) por el artista, que puede a su vez representar fielmente esa realidad. Según Ian Watt el realismo moderno "comienza con la posición de que la verdad puede ser descubierta por el individuo a través de los sentidos" que "tiene sus orígenes en Descartes y Locke, y recibe su primera formulación con Thomas Reid a mediados del siglo XVIII."
El realismo en las artes tiende a representar personajes, situaciones y objetos de la vida cotidiana de forma verosímil. Tiende a descartar los temas heroicos (tan caros al clasicismo, que los representa con una perspectiva idealista) en favor de temas más neutros, pegados a la tierra. En la definición que del esperpento hace su creador, el dramaturgo español Ramón de Valle Inclán, se comparan, oponiéndola a la suya (que identifica con la de Goya, Quevedo o Cervantes), las dos perspectivas que han dominado la historia de la literatura y de las artes plásticas: la que hace al espectador admirar de rodillas a los héroes homéricos y la que le pone a los personajes a su nivel, en los dramas de Shakespeare.