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Hace tiempo que Hiparco ve que sus medidas de la posición de las estrellas difieren con las que encuentra en antiguos catálogos. No logra entender dónde está el error. Siente que ya lo intentó todo y la frustración empieza a adueñarse de sus noches. Pero justo hoy, debido a esos mecanismos casi mágicos de la comprensión, a ese azar impulsado por la acción, Hiparco está por dar el paso necesario para pasar a la historia. Está por animarse a concebir la idea de que en sus medidas no hay ningún error. Es acá, en medio de una noche fría y estrellada, donde tendrá su momento de iluminación. Como una brisa que se acerca, Hiparco siente llegar una poderosa idea, cierra su libro de anotaciones y se pone de pié. En su cabeza varios cajones se abren y mezclan su contenido. La creatividad se abre paso y sucede lo inesperado: por primera vez desde que hay vida en la Tierra, un curioso y meticuloso griego mirando las estrellas comprende que el eje de rotación del planeta cambia su orientación con el tiempo. En medio de esta iluminación, Hiparco descubre que él solito puede medir este cambio con la ayuda de las estrellas. Tengo que confesar que este es el tipo de momentos que me hace sentir orgulloso de pertenecer a la especie humana…