Respuestas
El dragón.
En las cercanías de un pueblo, en una gran sima, se escondía un dragón de siete cabezas que tenía atemorizada la comarca; devoraba todo cuanto encontraba: hombres, ganados, cualquier cosa que consideraba comestible. Nadie se atrevía a transitar por aquellos caminos. Todas las familias tenían algún miembro muerto por el dragón
Angustiados los vecinos se reunieron para encontrar alguna solución a tan grave mal. Lo mejor hubiera sido matar al dragón. Pero, ¿quién se atrevería a hacerlo? El que hasta entonces lo había intentado estaba ya bajo tierra. Por fin decidieron llegar a un arreglo con el dragón mediante un pacto que consistía en entregarle cada año una doncella del pueblo con la condición de dejar en paz a los demás habitantes. El monstruo aceptó tal convenio.
Todos los años echaban a suerte entre los vecinos para saber a qué doncella le correspondía ser entregada al dragón. Se la llevaba cerca de la sima y la bestia la devoraba. Aquel año le había correspondido a la hija del rey. El noble padre, angustiado, prometió que obtendría la mano de la princesa aquél que la liberase del dragón.
Llegado el día, ataron a un árbol a la hija del rey abandonándola a su triste destino. El padre estaba desesperado; ningún voluntario se había presentado para matar al dragón. La muchacha lloraba aterrorizada. Poco faltaba para que el monstruo devorase a la princesa, cuando llegó un pastor con un enorme perro y preguntó a la joven por qué estaba allí en aquel árbol. El pastor se quedó a su lado.
Con gran estrépito apareció el dragón. El pastor lanzó a su perro que le dejó inmóvil, mientras que el muchacho pudo darle muerte. Soltó enseguida a la princesa.
Los criados del rey, que estaban subidos a unos árboles cercanos, se acercaron rápidamente y uno de ellos vistió a su señora y cortó las siete cabezas del dragón. El pastor pudo arrancar la lengua a cada una de las cabezas.
El rey dio una gran fiesta para celebrar la salvación de la princesa. La presidían el rey y su hija y el prometido de ésta, que era el que cortó las siete cabezas.
Al final, apareció el pastor con el perro. Los criados querían echarle, pero pudo acercarse al rey diciéndole que él era el que había matado al dragón. El novio oficial protestó enérgicamente, demostrando que él era el matador al enseñar las siete cabezas. El pastor le interrumpió diciendo: -Pero esas cabezas no tienen lengua.
Admirado quedó al comprobarlo.
El muchacho enseñó entonces las siete lenguas convenciendo así a todos de que el héroe era él. La hija del rey le reconoció como su salvador y se fijó la boda, que fue celebrada con todo lujo y esplendor.