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Autor: Restrepo Piedrahita, Carlos, 1916-
En el año 1503 se escribieron dos cartas históricas. En la una, Cristóbal Colón se dirige a los reyes de España con el alma atenazada por el dolor. En la otra, Firmada por Américo Vespucio, se describen las maravillas del Nuevo Mundo y se anuncia a los europeos el descubrimiento de otro continente.
"Yo entré a vuestro servicio -escribe Cristóbal Colón- cuando tenia la edad de veintiocho años. Hoy no poseo un cabello que no esté blanco. Mi cuerpo esta gastado. Yo he consumido todo lo que me quedaba después de haber vendido mis bienes. Se le arrebató todo a mi hermano, sin que se nos oyera e interrogara, con grande deshonor para mí. Hay que creer que todo esto no ha sido hecho por orden de Vuestras Altezas. Estoy abandonado. Hasta el presente yo he llorado sobre otros. Ahora... que el cielo tenga misericordia de mi y que la tierra llore sobre mis desgracias. Desde el punto de vista material, yo no poseo una moneda para dar a la ofrenda. Desde el punto de vista espiritual, he llegado a las Indias, aislado con mis meditaciones, enfermo, esperando la muerte de un día para el otro, rodeado de un millón de salvajes crueles que nos hacen la guerra, alejado de los Santos Sacramentos, de la Santa Iglesia que olvidará mi pobre alma, si ella abandona aquí mi pobre cuerpo. Quienes tengan sentido de la caridad, de la bondad y de la justicia, lloren por mi. Yo no emprendí este viaje y esta navegación para ganar honores ni riquezas. Hace mucho tiempo que la esperanza de tales ventajas ha muerto en mí. Yo no puedo mentir. Suplico humildemente a Vuestras Altezas, si le place a Dios sacarme de aquí, que me permitan ir a Jerusalén, como a otros lugares de peregrinación." Firmada en Jamaica el 7 de julio de 1503.
Américo Vespucio tituló su carta "El Nuevo Mundo". Describe con una pluma alegre y coloreada los viajes que ha realizado. Supo captar maestramente el paisaje, las montañas, los ríos, los animales feroces, la variedad de los árboles, el carácter de los hombres desnudos: "En aquellos países hemos encontrado tal multitud de gentes, que nadie podría enumerar, como se lee en el Apocalipsis. Todos de uno y otro sexo van desnudos, no se cubren ninguna parte del cuerpo y así como han salido del vientre de la madre, así hasta la muerte van. Tienen cuerpos grandes, bien plantados y proporcionados, tirando al rojo, lo cual pienso les acontece porque andando desnudos son teñidos por el sol. Tienen los cabellos abundantes y negros, son ágiles en el andar y en los juegos, de una franca y hermosa cara que ellos mismos destruyen. Pues se perforan las narices, los labios y las orejas. He visto muchos que tienen en la cara siete perforaciones, cada una de las cuales tenia el tamaño de una ciruela. Y cierran ellos estas perforaciones con piedras cerúleas, marmóreas y de alabastro. Otra costumbre hay entre ellos muy atroz y fuera de toda credulidad humana, pues siendo sus mujeres lujuriosas hacen hinchar los miembros de sus maridos de tal manera que parecen deformes y brutales. Y eso con un cierto artificio suyo y la mordedura de ciertos animales venenosos, y por causa de ellos muchos lo pierden y quedan eunucos. Aun estuve veintisiete días en una cierta ciudad donde ví en las casas la carne humana salada y colgada de las vigas, como entre nosotros se usa ensartar el tocino y la carne de cerdo. Digo mucho más, que ellos se maravillan porque nosotros no matamos a nuestros enemigos y no usamos su carne en las comidas, la cual dicen que es sabrosísima. Sus armas son el arco y la flecha. Cuando se enfrentan en batalla no se cubren ninguna parte del cuerpo, de modo que aun en esto son semejantes a las bestias."
Las cartas de Américo Vespucio fueron intensamente leídas. Lorenzo de Médicis, a quien por lo general iban dirigidas, se encargaba de mostrarlas. Los lectores más interesados las copiaban. Se constituyeron en la principal fuente de información sobre el descubrimiento. Pero esa misma celebridad del florentino, le acarreó un gran número de enemigos. Unos decían que las cartas eran apócrifas. Los otros sostenían que eran mentirosas. Y muchos españoles afirmaban que habían sido escritas malévolamente para opacar la gloria de Colón. Aunque muy pocos recuerdan que el rey Fernando nombró a Vespucio piloto mayor, otorgándole la nacionalidad española, según lo afirma Roberto Levillier: "Mundus Novas y la Lettera se difundieron en ediciones latinas, españolas, alemanas. Si hubieran sido falsos los viajes que relatan, habría surgido sin duda un pariente o enemigo que afirmara que esos viajes no los había realizado el Vespucio."