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Aunque durante el siglo XIX se estableen en España las bases de la industria moderna, no puede afirmarse que se desarrollara un verdadero proceso de industrialización, sino que, más bien, éste fracasó. Esto no significa que no se realizaran esfuerzos en pro de la industrialización del país. Destacan los esfuerzos de la clase empresarial catalana por crear una industria y los intentos progresistas por sentar las bases políticas y legislativas de una sociedad moderna (legislación del Bienio Progresista y Sexenio Democrático).
Al igual que en Inglaterra, las industrias textil algodonera y siderúrgica fueron las que sufrieron transformaciones en España, pero les faltó una agricultura próspera y comercializada, una red de transporte eficaz y la creación de una red financiera a escala nacional. En el desarrollo de la industrialización española cabe destacar los siguientes puntos:
La industria textil fue la más destacada, localizada en Cataluña; y, con ella, la industria siderúrgica, con sus principales focos en el País Vasco, Asturias y la costa andaluza, si bien ésta última no pudo competir con las siderurgias vascas.
En cuanto a Andalucía, la siderurgia andaluza surgió en Málaga, donde Manuel Agustín Heredia fundó unos altos hornos (1826) que acapararon la producción durante la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, el hierro producido era muy caro, más aún cuando se aprobó un impuesto que gravaba las importaciones de carbón, material que se utilizaba en dichos hornos como combustible. También en Málaga, las familias Heredia y Larios fundaron industrias textiles, que no pudieron competir con los textiles catalanes. A partir de 1865, la siderurgia andaluza entra en una crisis de la que nunca se recuperó. Por tanto, podemos afirmar que el proceso de industrialización fracasó en Andalucía debido al elevado coste de la fuente de energía utilizada, la incapacidad para exportar la producción y la concentración del capital en manos de una reducida oligarquía.
También se fundaron las primeras entidades financieras, como el Banco de España y la Bolsa de Madrid.
Comienza la construcción de la red ferroviaria española hacia 1855, una vez proclamada la Ley General de Ferrocarriles. La red tenía una estructura radial con centro en Madrid, aunque el ancho de vía era mayor que en el resto de Europa, lo que dificultó los intercambios con el resto del continente.
También se desarrollaron sectores como la electricidad, aplicada al alumbrado público; el petróleo, que permitió la difusión del automóvil; y la industria química.