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La leyenda del conejo en la luna
Un día, hace cientos de años, el dios Quetzalcóatl decidió viajar por todo el mundo. Su aspecto era el de una serpiente adornada con plumas de color verde y dorado, así que para no ser reconocido, adoptó forma humana y echó a andar.
Subió altas montañas y atravesó espesos bosques sin descanso. Al final de la jornada, se sintió agotado. Había caminado tanto que decidió que era la hora de pararse a descansar para recobrar las fuerzas. Satisfecho por todo lo que había visto, se sentó sobre una roca en un claro del bosque, dispuesto a disfrutar de la tranquilidad que le proporcionaba la naturaleza.
Era una preciosa noche de verano. Las estrellas titilaban y cubrían el cielo como si fuera un enorme manto de diamantes y, junto a ellas, una anaranjada luna parecía que lo vigilaba todo desde lo alto. El dios pensó que era la imagen más bella que había visto en su vida.
Al cabo de un rato se dio cuenta de que, junto a él, había un conejo que le miraba sin dejar de masticar algo que llevaba entre los dientes.
– ¿Qué comes, lindo conejito?
– Sólo un poco de hierba fresca. Si quieres puedo compartirla contigo
– Te lo agradezco mucho, pero los humanos no comemos hierba.
– Pero entonces ¿qué comerás? Se te ve cansado y seguro que tienes apetito.
– Tienes razón… Imagino que si no encuentro nada que llevarme a la boca, moriré de hambre.
El conejo se sintió fatal ¡No podía consentir que eso sucediera! Se quedó pensativo y en un acto de generosidad, se ofreció al dios.
– Tan sólo soy un pequeño conejo, pero si quieres puedo servirte de alimento. Cómeme a mí y así podrás sobrevivir.
El dios se conmovió por la bondad y la ternura de aquel animalito. Estaba ofreciendo su propia vida para salvarle a él.
– Me emocionan tus palabras – le dijo acariciándole la cabeza con suavidad – A partir de hoy, siempre serás recordado. Te lo mereces por ser tan bueno.
Tomándole en brazos le levantó tan alto que su figura quedó estampada en la superficie de la luna. Después, con mucho cuidado, le bajó hasta el suelo y el conejo pudo contemplar con asombro su propia imagen brillante.
– Pasarán los siglos y cambiarán los hombres, pero allí estará siempre tu recuerdo.
La princesa de fuego (cuento).
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
La cigarra y la hormiga(fabula)
La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol brillaba, las flores desprendían su aroma...y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti. – Le decía la cigarra a la hormiga.
- Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería – le respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.
La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.
Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.
- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.
- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?
- Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la cigarra.
- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno-
Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.
Moraleja: Quien quiere pasar bien el invierno, mientras es joven debe aprovechar el tiempo.
La pata sola,el gato con botas,los dos amigos y el oso